Columna


Recuerdos de Benkos Biohó

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

03 de mayo de 2010 12:00 AM

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

03 de mayo de 2010 12:00 AM

Van a cumplirse cinco años de la declaración hecha por la UNESCO de San Basilio de Palenque como “Obra Maestra del Patrimonio Intangible de la Humanidad”. El título es más que merecido. Allí, en ese lugar, hace 408 años, en una aventura alucinante, iniciada en 1599 por Benkos Biohó, tantas veces citado y en realidad escasamente conocido en su vida y en su obra, se refugió el primer grupo de negros cimarrones que huyó de Cartagena. Cada uno de ellos ávido de libertad. Y llegó a tales extremos su decisión de vivir emancipados, resistiendo con valor inigualable el poder de los conquistadores, que el mismo soberano español, al reconocer una situación que se tornaba inmodificable, pidió que no se emplearan más las armas para reducirlos a la obediencia, pues “siendo innegable que sin el presupuesto de su libertad general y absoluta no vendrían a reducirse, os mando os apliquéis a solicitar a los dueños de estos esclavos fugitivos renuncien al derecho que les compete, en consideración de que, en la verdad, no van a perder nada por ser imposible la recuperación de ellos”. Sobre la vida del héroe formidable de los cimarrones se ha escrito muy poco. Se ignoran, casi por completo, su existencia y su maravillosa rebeldía. Biohó fue raptado en África Occidental por el tratante portugués Pedro Gómez Reynel, que lo trajo a Cartagena, donde fue vendido como esclavo al español Alonso de Campo en 1596. Benkos no se quedó quieto en su forzada servidumbre. Miembro de familia relevante de su región natal, intentó huir de su ignominiosa condición en repetidas ocasiones, pero sólo consiguió ser reiteradamente castigado. Por fin, pudo más su constancia que la férrea disciplina de su amo y escapó en compañía de su mujer y de sus hijos, y de trece esclavos más, logrando eludir la persecución de un grupo de hombres armados al mando del oficial Juan Gómez, quien murió en la refriega con los fugitivos. Benkos Biohó se arraigó en los pantanos y las selvas de la región, proclamándose “Rey del Arcabuco”. Y desde los Palenques de La Matuna y Montes de María se convirtió en un verdadero tormento del gobernador Jerónimo de Suazo y Casasola, fallecido sin capturar al nuevo rey ni detener el florecimiento de los palenques. La libertad de los cimarrones, defendida con arrojo singular y triunfo irreductible por Benkos Biohó, fue reconocida por el nuevo gobernador Diego Fernando de Velasco, que firmó el 18 de junio de 1605, un acuerdo con los “apalencados”, concediéndoles licencia para entrar y salir de la ciudad amurallada, con su capitán al frente. Sin embargo, Benkos Biohó buscó ampliar todavía más los derechos de los libertos. Se enfrentó en varias ocasiones con las fuerzas españolas que no siempre cumplieron lo pactado, y en combate con la guardia real, cayó prisionero en 1619. Dos años después fue ahorcado en la plaza pública de Cartagena por orden del gobernador García Girón. Este justificó su actuación en carta al monarca español, en la que describía al sacrificado como “un negro belicoso y valiente, quien con sus embustes se llevaba tras de sí a todas las naciones de Guinea que había en esta ciudad”. Benkos Biohó tiene bien merecida la anunciada estatua en Cartagena, como exaltación de su vida y valerosa rebeldía. Y San Basilio también. *Ex congresista, ex embajador, miembro de las Academias de Historia de Cartagena, y Bogotá, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. academiadlhcartagena@hotmail.com

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