Columna


Recursos literarios

RODOLFO DE LA VEGA

15 de agosto de 2009 12:00 AM

RODOLFO DE LA VEGA

15 de agosto de 2009 12:00 AM

Uno de mis autores predilectos es Arthur Hailey, inglés, naturalizado en el Canadá, que escribe novelas sobre la actualidad como “Aeropuerto”, “Ruedas”, “Hotel”, “Traficantes de Dinero”, en las que nos señala las intimidades de esas actividades modernas pero, para no convertirlas en “ladrillos”, adoba sus disertaciones didácticas con intrigas amorosas, problemas étnicos, infidelidades conyugales, etc. Descubro que el doctor Arcos utiliza las mismas tácticas cuando nos relata acontecimientos antiguos de Cartagena. Hay un episodio en nuestra historia que los autores llaman “Cessatio a Divini”, ocurrido en la Cartagena del Siglo XVII, cuando era Obispo de la Diócesis D. Miguel Benavides y Gobernador D. Rafael Capsir y Sanz. Las hermanas Clarisas estaban bajo la tutela económica y espiritual de los frailes Franciscanos. Las monjas solicitaron al Obispo que las liberara de esa tutela para quedar dependiendo directamente de él. Monseñor Benavides atendió el llamado de las monjas, pero los franciscanos recurrieron al Gobernador, a la Real Audiencia de Bogotá y al obispo de Santa Marta. Así, se presentó un enfrentamiento entre los dos bandos. Los más vergonzosos acontecimientos ocurrieron. Finalmente el Obispo se trasladó a España para ventilar el problema, lo que le llevó diez años. Tanto el Rey como el Papa concedieron la razón al Obispo Miguel Benavides, pero cuando se disponía a regresar, la muerte lo sorprendió en 1702. Para el doctor Arcos a ese trágico y vergonzoso relato le faltaba un aderezo. Según él, era teniente del Gobernador Capsir, D. Domingo De la Roche, quien tenía fama de jugar con la honra de las damas. Algunos cuernos crecieron en la frente de importantes caballeros, por obra y gracia del teniente De la Roche. Llegó a la ciudad a ocupar un cargo en el gobierno D. Enrique Peñaloza y Orjuela, casado con Doña Blanca Calderón, mujer muy bella y mucho más joven que su marido. Advertida esta situación por el “burlador” De la Roche, enfiló sus baterías a la conquista de Doña Blanca. Como quiera que ella no prestó oídos a sus pretensiones, quiso sitiarla por hambre. Utilizando sus influencias dejó sin empleo a D. Enrique Peñaloza e incrementó su asedió a Doña Blanca. Ella permaneció fiel a sus principios morales. En medio de una penuria terrible, falleció D. Enrique Peñaloza. Cuando De la Roche creía tenerla vencida, Doña Blanca, mediante la ayuda de una amiga, consiguió ser recibida en el convento de las Clarisas. Allí tomo el nombre de Sor Ana María de Buenaventura. Cuando se presentaron los enfrentamientos entre Franciscanos y Clarisas, De la Roche tomó partido por los Franciscanos. En una primera incursión al convento, De la Roche entró, pero muchas monjas habían huido por otra salida. Él se encontró con una novicia paralizada por el terror, la tomó en brazos y dijo: ¡Vine por una y me voy con otra! En una segunda incursión nuevamente entró De la Roche obsesionado por Blanca. Ella al verlo y tratar de huir, al saltar por encima de una baranda, cayó de cabeza al pavimento del patio donde murió en el acto. Lástima que el Dr. Arcos no pudo hallar un final feliz para la desventurada Blanca Calderón de Peñaloza o Sor Ana María Buenaventura. *Asesor Portuario fhurtado@sprc.com.co

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