Hurgando un poco aquí y allá, me encontré lógicamente con las sátiras de siempre: que Colombia ocupa el primer lugar mundial en felicidad según encuesta formal de Gallup, a pesar de todo lo excremental que soportamos. ue los expresidentes se culpan unos a otros por el fallo de La Haya y estarían dispuestos a mostrar las actas de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, claro, ello mientras que propongan mostrar solo eso. Que la Corte Constitucional revisa las “megapensiones” de altos dignatarios del sector público, para que las mismas se disminuyan hasta 25 salarios mínimos, entiendo yo que, como lo explica Angelino Garzón, tales dignidades no deberían viajar en bus, entonces los 25 salarios mínimos les alcanzaría; que el muy honorable señor Procurador Ordóñez apoya mantener tales “derechos” adquiridos, es decir, que las referidas “megapensiones” sean superiores al límite signado, no porque haya hecho campaña reeleccionista a su cargo con miembros del Congreso, a nadie se le ocurriría pensar eso, sino, como él mismo asegura, por ser un derecho adquirido; que la contralora Sandra Morelli, quizás por gracia divina, apoya la aplicación del límite y así obtener a título de ahorro una suma anual equivalente a 56 mil millones de pesos, lo que resulta totalmente loable siempre y cuando tales valores no se adicionen al “pobre” presupuesto que maneja la Contraloría en materia de contratación conforme lo denunció Ramiro Bejarano.
En fin, los colombianos somos muy acomodados, nos quedamos impertérritos ante cualquier desfachatez, sin decir ni hacer nada. ¿Será que hay dolor de patria? No lo creo y buscando hallé la respuesta. Al recordado y carismático Jaime Garzón, por decir muy poco de este querido personaje, en su conferencia de 1997 en la entonces Corporación Universitaria Autónoma de Occidente en Cali, expresó 10.000 ideas que por su contenido deberían ser obligación académica; difícil pues esta juventud está en sintonía de pobreza mental aberrante.
En fin, él aseguraba que: “Vamos a decir colombianos al grupo heterogéneo de personas que habitan el territorio llamado Colombia, porque resulta que en Colombia no hay colombianos; los ricos se creen ingleses, la clase media se cree gringa, los intelectuales se creen franceses y los pobres se creen mexicanos.”
Puede causar gracia porque de inmediato surge la idea de que es cierto y de serlo tendría lógica superlativa todo cuanto ocurre en este territorio. Por eso no hay doliente, porque no hay sentido de pertenencia. ¿No sería adecuado que quienes adolezcan de tal sentido y sean proclives al contubernio, la trampa, el crimen, corruptos, violentos, degenerados, en fin amantes de la ilegalidad, la injusticia y el atropello continuo del derecho ajeno, tuviesen su propio espacio para departir?
Allá en República Trapisonda, donde seguro tendrían presidentes, ministros, gobernadores, alcaldes, congresistas, diputados, concejales, magistrados, jueces y todas las autoridades que conforman las ramas del poder, así como una población delincuente y pusilánime dispuesta a compartir esa especial forma de vida.
Al resto nos dejan una cuarta parte del territorio en búsqueda de una vida diferente pero honesta.
*Director general consultorio jurídico y centro de conciliacion Universidad de San Buenaventura
spereira@usbctg.edu.co
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