Columna


Retorna remedio de antaño

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

14 de marzo de 2010 12:00 AM

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

14 de marzo de 2010 12:00 AM

El 10 de marzo, El Tiempo publicó la noticia de que un investigador del departamento de Inmunología de la Universidad de Copenhague, había descubierto que la vitamina D es necesaria para activar el sistema inmunológico, pues sin ella las células T (algo así como las Brigadas móviles del ejército en el cuerpo), no pueden luchar contra los virus y bacterias en una infección. El informe dice que un incremento en el consumo de esta vitamina, que está presente en varios peces, sobre todo en el hígado de Bacalao o sea en la Emulsión de Scott, reduciría el riesgo de contraer infecciones. Este producto que nos incordió la vida en la infancia por su sabor amargo, nació en el siglo XIX gracias al ingenio de Alfred B. Scott y Samuel W. Borne, quienes observaron la fortaleza y longevidad de los pescadores en Noruega y dedujeron que esta salud de “hierro” se debía a que engullían mucho bacalao, el pescado más abundante en la región, por lo cual se idearon una emulsión que contuviera aceite de hígado de este pez. El producto salió al mercado en 1878 con el nombre emblemático de Emulsión de Scott. El envase tenía un muchacho con gorra de ballenero, con un bacalao enorme a cuestas y prometía que servía para todo: cansancio, gripa, falta de apetito y digestión. Hace dos o tres décadas este remedio cayó en desuso, pero, nuevas investigaciones les dan la razón a sus creadores, por lo menos en lo referente a las infecciones respiratorias. Esta noticia, que corrobora las virtudes de la Emulsión, que pertenecía a la farmacopea de antaño junto con otros remedios icónicos que, como diría Jorge Luís Borges, la usura del tiempo desgastó o que fueron retiradas porque sus principios activos resultaron inadecuados. Me refiero a las llamadas “Píldoras de vida del Dr. Ross” (un laxante menor), la Curarina que servía para infinidad de problemas, y otros más. Cuando salió la Emulsión de Scott, los farmacéuticos locales se fueron lanza en ristre contra ella, por la competencia que significaba, ya que este remedio, así como las píldoras del Dr. Ross, prometían curar una muchedumbre de dolencias y se hicieron muy populares, y como no tenían en la etiqueta las sustancias que lo conformaban, fueron rotuladas y clasificadas como remedios secretos. A propósito, en 1916 hubo en Cartagena un pleito de la Aduana contra el laboratorio Sydney Ross, que fabricaba la píldora del Dr. Ross. La empresa fue representada por el jurista Manuel del Cristo Pareja (Márquez Valderrama J., Poder y Saber en la historia de Colombia). Estas medicinas se popularizaron tanto, que los locutores se referían a un bateador bueno, pero de baja estatura, como chiquito pero cumplidor, “como las píldoras del Dr. Ross”; igualmente, si una persona se convertía en una carga para otro, se decía que lo tenía guindado como el Bacalao de la Emulsión de Scott; el tango Victoria dice que un varón, exultante tras la ida de una cónyuge molestosa, manifiesta: “Gracias a Dios que me salvé de andar toda la vida atao, llevando el bacalao de la Emulsión de Scott” . En fin, las últimas investigaciones harán que esta emulsión se popularice de nuevo. Y parece ser cierta la frase que dice que no hay nada nuevo bajo el sol. *Directivo universitario. Miembro de la Academia de la Historia de Cartagena. menrodster@gmail.com

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