Columna


Santa Claus, un personaje polémico

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

10 de enero de 2010 12:00 AM

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

10 de enero de 2010 12:00 AM

En diciembre del 2009, unos científicos del departamento de Medicina Preventiva de la Universidad Monash, en Australia, acusaron San Nicolás o Santa Claus de ser promotor del alcoholismo, de la glotonería y del hedonismo, ya que su figura rotunda y su nariz enrojecida, dan lugar para que este icono se relacione con un estilo de vida ligado a la molicie y a la parranda. El mismo mes, un juez de Estados Unidos determino que este personaje era un mal ejemplo, pues promovía la beodez en los conductores y como daño colateral, los accidentes de tráfico. Como si esto fuera poco, el Gobierno turco ha emprendido una lucha diplomática para repatriar los restos mortales de San Nicolás, para ponerlos en un museo. La petición se basa en que el santo es oriundo de Patara, ciudad de la actual Turquía, y fue obispo de la ciudad de Myra (actual Demre), que fue parte del antiguo imperio romano y que pertenece a la nación otomana. San Nicolás, según la historia oficial, adoraba a los niños, les daba regalos a los pobres y obraba milagros. Por su activismo fue encarcelado por Dioclesiano y liberado después tras el ascenso del Emperador Constantino. También se sabe que participó en el Concilio I de Nicea y que falleció entre el año 347 y 352. En 1087 unos marineros italianos robaron su cadáver en Myra y lo trasladaron a Bari, Italia. Hasta ahí la historia. La parte legendaria consiste en que como en alemán se llama Sank Nikolaus, lo empezaron a llamar Santa Claus y los niños de algunas regiones de Europa le atribuían los regalos que recibían en la Navidad. Esta tradición migró con los colonos europeos que se instalaron en Norteamérica, quienes transformaron al santo en una imitación burda de Odín, un personaje de la mitología nórdica, para lo cual le quitaron su mitra de obispo y crearon la ficción de que vivía en el ártico en donde tenía una fábrica de juguetes. Más tarde, el escritor Washington Irving le agregó más detalles al mito y lo describió montado en un corcel de 8 patas. En 1863 el caricaturista Tomas Nast creó la imagen del Santa Claus actual, un personaje alegre, sonrosado, una especie de gnomo grande, encaramado en un trineo de renos. El pincelazo final se lo dio la Coca Cola en 1931, cuando le encargó al publicista Habdon Sundblom, que remodelara al Santa Claus de Nast, quien le agregó al personaje los ojos pícaros, las gafas pequeñas y el vestido de rojo y blanco que eran los colores de la compañía. En virtud de la mercadotecnia, este icónico epulón se apoderó de la Navidad y desplazó al niño Dios como repartidor de regalos (que fue fruto a su vez de la Contrarreforma católica de 1543). Con razón, la Iglesia lo considera un usurpador de Jesús en estas funciones, pues en estos lares, aunque todavía los niños dirigen sus cartas al niño Dios, “Santa Claus” se está imponiendo cada vez más como símbolo de la Navidad. Los pataleos de los científicos y de los jueces no harán mella en la popularidad de un icono que es un símbolo exitoso del desbordado consumismo del mundo occidental. Entre otras cosas, a la petición del Gobierno turco, que tiene supuestos fines culturales, se le nota el tufillo utilitarista, pues la idea es crear un enclave turístico para ganar billete. *Directivo universitario. Miembro de la Academia de Historia de Cartagena.

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