Columna


Santander vendado

ALBERTO ABELLO VIVES

12 de agosto de 2010 12:00 AM

ALBERTO ABELLO VIVES

12 de agosto de 2010 12:00 AM

Ahí sigue, entre maquinaria y movimiento de tierra, con los ojos vendados, Santander. Cuando lo descubran, el brillo solar lo encandilará porque las obras de la nueva vía se han olvidado de las sombras. Pero verá que los turistas presurosos, con los que la ciudad se alimenta, sufren su misma suerte y se tranquilizará. El “Hombre de las Leyes” encontrará, luego de su paso por la oscuridad, que al “Segundo Libertador” lo han mandado lejos. Segundo Libertador, sí, así lo llamó su reemplazo. Reirá socarronamente y pensará: ¡lo que le espera a un país con dos libertadores! Dos grandes guerreros. ¿Y la Constitución? ¿Las leyes? ¿El ordenamiento jurídico? ¿La institucionalidad? ¿El equilibrio entre los poderes? Pues si ya hay dos libertadores, la cosa está como para dos Hombres de Leyes, y seguirá riendo. Santander debe estar así desesperado. Porque el país aún aplaude que aplaude al gobernante saliente a pesar de que está rota la institucionalidad en manos de un Divino Salvador cargado en procesión por los amigos de la ilegalidad, pero él desde su pedestal en la rotonda sabe que esa no es la vía a la hora de construir una Nación moderna. ¿Habrá que regresar al pasado para restablecer el Estado, la división de poderes, la legitimidad de las acciones, la política exterior diplomática, las ideas modernas sobre las religiones, la convivencia y la sexualidad? El segundo Libertador, ante tan pocas obras que su obsesión por la guerra le impidió inaugurar, se hizo condecorar a la hora de la despedida por sus favorecidos. Metió en líos a su sucesor hasta último momento, como Bolívar a Santander. Autorizó, faltando minutos para terminar su gestión, nuevas concesiones viales: mientras la región Caribe sigue esperando las grandes transversales para el desarrollo de su mercado interior, dejó despejada la financiación de la carretera entre Caucasia y la frontera con Panamá, a pesar de los daños ambientales, que estimula la expansión de Antioquia hacia el mar. Vino por última vez a Cartagena a regañar a un funcionario porque tampoco pudo reinaugurar la Cordialidad, pero no pasó revista al mal estado de su tan consentida Vía Perimetral; ni cayó en cuenta de que ocho años no alcanzaron para terminar la primera calle del llamado Transcaribe. ¿Será que el nuevo presidente, el que vuelve a hablar de paz, cuando ha hecho la guerra; el que cree en una democracia con partidos cuando la última contienda electoral mostró la ruina de los partidos históricos a favor del suyo que se pretende unitario; el que no reconoce enemigos ni adentro ni afuera del país después de bombardear al pequeño Ecuador; el que nombra un gabinete de ministros y no de diligentes subalternos para que mande, el que festeja su cumpleaños con quien su antecesor le sigue pelando los dientes, podrá cumplirle a Santander? Lo anunció el 20 de junio cuando ganó las elecciones: había comenzado una nueva era cuando aun no terminaba la anterior. Y a pocos días de aquella los cambios en la forma de gobernar son notorios, hasta sorprender a críticos beligerantes. Pero por lo pronto en la rotonda, de espaldas al mar y de frente a la ciudad calurosa, sigue vendado Santander. El único Santander. *Profesor UTB. albertoabellovives@gmail.com *Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

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