Columna


A Santos hay que creerle

AP

01 de julio de 2010 12:00 AM

CRISTO GARCÍA TAPIA

01 de julio de 2010 12:00 AM

Si cuanto se propone es construir un Gobierno de Unidad Nacional con todo lo que ello entraña, a Santos, nuevo Presidente de Colombia, hay que creerle. En esa perspectiva, no es de pensar que haya colombianos que contraríen un propósito que viene a ser como un sentimiento colectivo, un clamor que surge de la entraña misma de la nacionalidad atafagada de discordias, contradicciones y odios, que han bloqueado los caminos del desarrollo y el progreso y han hecho de la convivencia un ejercicio duro y difícil de aprender. Y de la confrontación y la guerra, las formas más expeditas de procurar soluciones a los conflictos de diversa índole que esa dinámica perniciosa y estéril genera y reproduce en la sociedad colombiana. Es el caso de la larga, morbosa y en extraño dañina confrontación de las guerrillas con el Estado, cuyos desarrollos solo han servido para demostrar que la lucha armada no es el camino que conduce al Poder, ni los ejércitos que conforman aquellas son los más preparados para producir resultados favorables a sus promotores y comandantes en el terreno militar. Por si de eso apenas se tratara y no del acabamiento de una concepción ideológica y política que históricamente perdió vigencia y cada vez es menos eso, concepción ideológica y política para acceder a la dirección del Estado, o del Gobierno, y más anarquismo y terrorismo. Pero ese no es el único conflicto que pone palos a la rueda del progreso y desarrollo de Colombia y contra el cual el Presidente Santos deberá jugar sus ases en la partida de confrontarlo con soluciones eficaces, continuas y de impacto permanente para erradicarlo: la pobreza, los desequilibrios sociales, la inequidad y la falta de empleo, son cartas que no puede “aguantar” y que debe jugar el nuevo Presidente de manera inmediata, pues de su “arranque” depende su compromiso de “crear prosperidad democrática, es decir, salud y educación de calidad, vivienda digna y oportunidades para todos”. No hay de otra, como no hay de otra poner a funcionar a toda máquina y sin apagarlo el aparato productivo nacional para promover empleo de calidad, generar demanda y provocar una dinámica que rebase los débiles parámetros de crecimiento sobre los cuales se proyecta el desarrollo del país y así hacer posible en su mandato el cumplimiento de los postulados de la “prosperidad democrática”, tan firmemente proclamados. La Unidad Nacional es el imperativo, pero igual su construcción implica dar de baja la exclusión social, la subordinación de un Poder a otro, la violación de los derechos humanos, la corrupción y los negociados con los dineros públicos, la mafia, el narcotráfico y las malas relaciones internacionales. Ese es el camino que ha prometido transitar el Presidente Santos; con convicción, con firmeza, así lo ha propagado, a tal punto que a sus compatriotas nos persuade y alienta su llamado a ser colectivamente constructores de esas nuevas formas y relaciones de convivencia, desarrollo y progreso, que den con una Colombia prospera y conviviente. *Poeta elversionista@yahoo.es

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