Columna


Santos

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

13 de marzo de 2010 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

13 de marzo de 2010 12:00 AM

En el Caribe no nos gustan las personas que hacen alarde de su virtud. Solemos decirles mamasantos porque aparentan excepcional conducta, mientras la realidad es otra. Pero cuando usamos la palabra santo, alguien está cumpliendo años. Ese día recibe felicitaciones y regalos. Un insípido pudín y un vaso de gaseosa. Antes no era obligatorio cantar en coro ese fastidioso Happy Birthday que se ha impuesto. En especial su bobalicón remate: “que lo cumplas feliz hasta el año 3.000”. Santos también se les ha dicho a las estatuas de las iglesias. Unas esculturas en madera o yeso. Espantajos que asustaban a los niños y estimulaban místicos arrebatos a otras almas bondadosas: las beatas que con un rosario en las manos, trataban de ganar el cielo para sus familiares, porque el suyo no tenía discusión. Cuando imperaba el solemne y antiguo rito de la misa en latín y de espaldas al público, los santos tenían inocultable importancia. Se les veneraba con pasión. Tenían encomendado corregir los excesos de un familiar, o las locuras del cuerpo de alguna muchacha. Cada santo tenía su clientela y su especialidad. San Judas Tadeo se ocupaba de los imposibles. San Gregorio era un cirujano sin quirófano ni EPS. Santa Lucía, para la vista. Pero ninguno se comparaba con San Antonio, viejo alcahuete, que actuaba de casamentero y auxiliador en relaciones amorosas de toda clase. A todos esos santos gestores de buenos sucesos, se les tapaba con telas color morado para los días de cuaresma, por motivos que nunca pudimos comprender. Por fortuna se acabó esa costumbre absurda. Nos hicimos más prácticos. Las peticiones van directo a Dios. Muchos rezos y novenas tienden a desaparecer. El Padre Nuestro, oración por excelencia, es cada día más hermoso. Conmueve a la feligresía. En él se consagran peticiones vitales como el perdón, el pan de cada día y la más sentida y nada fácil: “líbranos del mal”. Pero a los santos volvemos para mortificar a las solteronas, cuando les decimos que se quedaron para vestir santos. Lo que seguro se refería a los trapos morados de la cuaresma. Esas almas solitarias padecían con el comentario. Ahora responden que es mejor esa actividad que desvestir un borracho a las tres de la madrugada. Mucho se usa la expresión: “a santo de qué”. Se trata de un rechazo a una aspiración sin fundamentos. Por otra parte, cuando alguien que con lo suyo, se apropia de algo que no le corresponde, solemos decir que se alzó con el santo y la limosna. Santón se le llama a quien intenta lograr respeto y acatamiento exagerado. Santurrón se usa despectivamente con personas que simulan suma devoción o comportamiento hipócrita. Santiamén define y pondera la velocidad. Pero Santos ante todo es seguridad, carácter y popularidad en las encuestas de opinión. Operación Jaque. Firmeza ante acechanzas subversivas. Experiencia en distintos altos cargos de la administración. Aciertos y errores. A muchos gustará lo que ha hecho y ofrece hacer. Algunos escogerán otras alternativas. Todos están en su derecho. El proceso comienza. Play Ball. Coletilla: Recibimos un libro de Chely Salcedo sobre el fascinante entorno de San Jacinto. Con gracia cuenta intimidades de sus personajes. El prólogo del erudito profesor Bustillo recomienda su lectura. *Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario. augustobeltran@yahoo.com

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