Columna


Sensatez

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

19 de junio de 2010 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

19 de junio de 2010 12:00 AM

No podemos dejar de admirar a un líder que promueve la verdad en un país de embusteros. A quienes recibimos sus pregones con simpatía no parece importarnos sus falencias y disparatadas propuestas. Porque admirar su bondad no implica seguirlo. Escuchar un maestro es de suma importancia. El asunto ha sido cómo buscarlo y donde encontrarlo. Desde las alegorías que utilizó la religión, hasta las repeticiones y cánticos cansones que pretenden persuadir con monotonía. Oír un maestro no conlleva a actuar como él. Leer un libro no nos obliga a estar de acuerdo con su contenido. Por otro lado se ha descubierto que, tal vez, se puede aprender más del comportamiento común que de las calenturas de un Quijote alucinado por altos propósitos que no concreta. El profesor tiene la misma calidad del sabio y del profeta. Es una pena no poder preservar incontaminados ese tipo de ejemplares humanos. Porque a veces una enseñanza confusa impide el crecimiento de criterios sustantivos. Este perfil educativo aceptado en el mundo civilizado es, con frecuencia, disparatado y poco práctico. Más aún cuando termina lleno de pasión al perpetuar rencores que nos hacen inválidos en los senderos de la realidad. “Los tigres de la ira son más sabios que los caballos de la educación”, parece que dijo William Blake. Sería consigna imposible para un líder de sus calidades. No nos gusta cuando lo vemos juntar gentes buenas con algunos conspiradores de oficio, ni ese afán de oponerse al frente que hemos constituido contra los enemigos de la seguridad. Decir la verdad y nada más que la verdad parece ser algo elemental, pero se crece en forma rotunda cuando resulta planteamiento electoral. La exclusividad maniquea de la bondad fastidia. Pero seduce la condición humana del líder. Sus vacilaciones, rectificaciones y torpezas lo identifican con las dudas, errores y desaciertos que encarnan al hombre contemporáneo. Intentamos superar nuestros titubeos mediante la fe y el estudio. El análisis y la razón ayudan a mantener una línea de conducta. Esos “ismos” que tanto significan en los ideales se critican en sus excesos. Siempre han existido el bien y el mal, las pesadillas y los sueños, la esperanza y la desesperación. Parece imposible que los contrarios dejen de existir en lo que llamamos mundo civilizado. Cuanto bien trae una pedagogía del entendimiento, así parezca otro disparate quijotesco. Persiste el morbo de una actuación trágica. Surge una cómica sensación de telenovela. El hombre que se toma demasiado en serio está perdido, no tiene salvación. En este drama que tanta risa produce también se nos rompe el corazón. Mientras nadamos no podemos contaminar las aguas de la vida, menos aún destruir el espíritu que nos infunde aliento. Cuando vamos a tomar un avión no preguntamos si el piloto es buena persona. Tampoco si acostumbra a decir siempre la verdad y si hace planteamientos elocuentes. Menos aún conocer gestos hipnóticos del maestro bondadoso que se tornó irascible. Nos limitamos a confirmar el profesionalismo, capacidad y la experiencia de quien conducirá el aparato. Por eso mañana elegiremos la sensatez. Por ser superior Santos es nuestra escogencia. *Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario. augustobeltran@yahoo.com

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