Columna


Tener miedo

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

05 de septiembre de 2009 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

05 de septiembre de 2009 12:00 AM

Desde niños nos imputamos, unos a otros, tenerle miedo a algo o a alguien. Como si por el hecho de que el otro abrigue ese sentimiento quedásemos vacunados contra él. El hombre es un animal suficientemente irracional para creer lo que sea. El amor al prójimo está rebatido por el amor a la vida. El fuego es fuego aunque el agua se disfrace de arte, ciencia y religión. Nuestro único progreso consiste en haber perfeccionado ciertos instrumentos de aniquilación imposibles de utilizar. Radares y misiles, blindajes y explosivos, cibernética y estrategias no han podido eliminar el miedo que acompaña a todos los seres humanos. El miedo no es propiedad exclusiva de nadie. Es de todos. No hay quien no lo tenga de compañero así se disfrace con bravatas y matonería. Nuestro prójimo y hasta quienes nos hostigan, pretendiendo imponernos el miedo, lo padecen en intensidad superior. Pueden recurrir a sistemas de compulsión y a costosos artilugios, pero el miedo no les abandonará nunca. La ansiedad, la incertidumbre y el temor van con la condición humana. Nada nos hace menos eficientes en el uso del tiempo que la angustia. Cuando estamos atemorizados actuamos con torpeza. La mente no puede manejar el presente y el futuro a la vez. Cuando estamos atentos al porvenir descuidamos el presente. El temor, pues, es primero un efecto y después una causa. No nacemos con él ni es parte de nuestra genética. El miedo es aprendido. Hay que tener mucho cuidado con quienes nos amenazan y atemorizan, pero también desconfiar de aquellos que ofrecen seguridad y protección. En este país donde los miedos hacen parte de la geografía nos sentimos expertos en terror. El terrorismo y el miedo hacen presencia permanente. La inseguridad contempla no sólo aspectos de vida y libertad, sino las previsiones para reducir riesgos. Se dice que el temor viene del pasado, que está presente y gravita en el futuro. Su importancia crece en las madrugadas del porvenir. Ese es el mayor problema. El futuro es incierto. Técnicas y estudios no lo vuelven más predecible. El futuro seguirá siendo incierto, hagamos lo que hagamos. Nadie se asusta del ayer sino hacia mañana. ¿Por qué será que cada vez que involucramos el tiempo la mente teme? Tal vez el manejo del tiempo tiene que ver con el temor. El terror, que viene de tierra, es el extremo del temor. El respeto y la tolerancia son la versión inteligente del miedo primitivo. Los cobardes mueren del susto mil veces, mientras el valiente lo hace solo una vez. Pero el sentimiento de temor no nos abandona. Nos acompañará siempre con perfiles más discretos, mediatizados por la razón y medido por estadísticas y probabilidades. Pretendemos mitigar su impacto, consecuencias y variantes. Los sensatos temen, los tontos se asustan. La valentía ha sido destacada y exaltada siempre, y muchos la definen como el temor a sentir miedo. El temor a la pobreza podría ser la avaricia. Superar instintos es, sin duda, un gran propósito. En la vida moderna la cautela ha propiciado extremar medidas que han constituido a esta, la seguridad, en un negocio que maneja billones. Un ocurrente jefe político confesaba que solo le temía a una ira de Dios y a una escasez de mujeres. *Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario augustobeltran@yahoo.com

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