Las relaciones de Colombia y Venezuela pasan por su peor momento. El llamado del presidente Chávez a los venezolanos a prepararse para una eventual guerra, el aumento de restricciones en el comercio binacional, la destrucción por parte de la Guardia Venezolana de puentes artesanales que comunicaban a vecinos de ambos países, y algunas capturas y sobrepasos de miembros de la fuerza pública en la frontera, han elevado las tensiones preexistentes a niveles alarmantes. Es muy probable que Chávez haya elevado el grado de pugnacidad de sus ataques a Colombia para distraer a sus nacionales y recuperar algo de la gobernabilidad perdida, porque con tan sólo el 40% de popularidad –cifra baja para su registro histórico- y una amplia desaprobación a su gestión contra la pobreza, desempleo, inseguridad e inflación, las posibilidades de que la oposición triunfe en la elecciones legislativas de 2010 van en aumento. De ahí que intente forzar un conflicto externo para radicalizar en su favor a la base chavista, y alinear en sus huestes a parte de la franja independiente (e indecisa) que llega a la nada despreciable cifra del 42%. Para ello apela a una forma particular de nacionalismo. No a uno de tipo cultural, porque sabe que Colombia y Venezuela tienen un pasado común, compartiendo rasgos étnicos y lazos lingüísticos, sin que sea posible diferenciar en forma clara entre los modos de vida colectiva de las dos naciones. La frontera entre ambos países es clara en los tratados pero casi imperceptible en el terreno físico. Es lo que explica que Chávez ataque y descalifique al Gobierno colombiano y a la vez exprese admiración y respeto por nuestro pueblo. Se trata de un nacionalismo ideológico, sustentado en la supuesta supremacía de su modelo político y económico; según él, las políticas públicas implementadas en Venezuela son la única respuesta posible para satisfacer las necesidades de la población. Chávez ha preferido un discurso populista y antiimperialista, en lugar de optar por los postulados de la socialdemocracia: más empleo, menos exclusión, y equilibrio en la distribución de la riqueza. En sus 11 años de gobierno Chávez ha buscado la ideologización de la sociedad venezolana: pretende que cada ciudadano del país defienda con convicción los postulados del régimen y rechace cualquier propuesta ideológica distinta por constituir una amenaza al destino de su pueblo. Con la carga doctrinal fuerte de su programa de gobierno busca alinear los intereses de la sociedad civil con los suyos propios. Su enemigo ideológico en la región es el presidente de Colombia, y, en consecuencia, nuestro país es su blanco predilecto: mientras que Venezuela encabeza los gobiernos de izquierda del Continente y lidera foros internacionales como UNASUR y el ALBA, Colombia es aliado estratégico de lo que Chávez llama “el imperio”. Para atizar la confrontación, a él le es de gran utilidad que en Colombia se mantenga el conflicto con una guerrilla de origen marxista y que se haya suscrito un acuerdo militar con EE.UU. El peligro no está en las diferencias ideológicas, sino en que una escalada de los hechos hostiles pueda configurar una agresión injusta que dé pie a la iniciación de un conflicto; o sea, que de los juegos de guerra se pase a la confrontación bélica. *Abogado y periodista tiradojorge@hotmail.com
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