Columna


Tertulias, noticias y cuentos

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

12 de enero de 2010 12:00 AM

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

12 de enero de 2010 12:00 AM

El renacer formal de las tertulias cartageneras trajo consigo el recuerdo de acontecimientos emblemáticos de nuestro realismo mágico cotidiano. En la “tertulia sobre las tertulias”, realizada la semana pasada en el baluarte San Ignacio, figuró la historia de un pintoresco ladronzuelo que, después de haber desocupado literalmente una casa, se quedó dormido y sus ronquidos despertaron a los propietarios. Tal hecho obtuvo despliegue informativo nacional, e inclusive agencias internacionales de noticias dieron cuenta del episodio a sus abonados. Como reportero del Noticiero de las 7, el más visto en ese entonces en la televisión colombiana, seguí detalladamente la historia y entrevisté al ladrón, quien con su vanidad henchida ante las cámaras, explicó que una mezcla de ron y marihuana lo llevaron inoportunamente a dormirse. Pero como ese, muchos otros episodios de nuestra cotidianidad han merecido históricamente espacios en los grandes medios de comunicación, con la aceptación de muchos que los interpretan como reflejo de nuestra realidad y el rechazo de otros, quienes consideran que su difusión contribuye a tergiversar la idiosincrasia costeña. Sin entrar en tales consideraciones, impulsado por la revitalización de las tertulias; por el entusiasmo que genera conversar sobre todo y descubrir la trascendencia de lo aparentemente intrascendente, desempolvé de los archivos de la mente algunos de los casos que -por curiosos- se convirtieron en noticias y alimentaron tertulias locales y nacionales: Revivo las imágenes del gran alboroto en un pueblo cercano, por la decisión del Inspector de Policía de ordenar la detención de un burro, por haber dado muerte a otro en una riña, como única opción de atender la demanda de justicia que hacía el propietario de la víctima. Justo cuando hacíamos el cubrimiento periodístico, el asno acusado se desató de sus amarras y escapó a toda carrera por las calles de la población polvorienta, en medio de la algarabía de los moradores. Haciendo honor a su apodo “el guayacán”, un hombre moreno y fornido, habitante de uno de los populosos barrios de la heroica, fue también personaje de crónica televisiva, no solo por contar con más de 30 hijos y tener entonces como esposa a una joven de 17 años a sus cercanos 70 años, sino por conservar en casa su propio ataúd, el cual cuidaba con esmero, e inclusive, dormía algunas noches en él para irse acostumbrando a cuando llegara el sueño eterno. Entre las romerías que generan las llamadas apariciones divinas, hace casi dos décadas se hizo célebre una en un rancho humilde de los Montes de María, donde el Sagrado Corazón de Jesús (en vos confío), se le dio por aparecer, nada más ni nada menos que en la superficie de un buñuelo, el cual por efectos de la devoción pasó de la sartén a una urna de terciopelo, convertida en altar, donde el frito recibía flores, oraciones y ofrendas. Estos y otros acontecimientos noticiosos, reconstruidos a manera de cuentos, hacen parte de un libro que conservo en remojo desde hace algún tiempo, en mi turno para cruzar la frontera entre periodismo y literatura y cuya publicación hace parte de los propósitos personales de nuevo año, que decido anticipar para comprometerme y trascender los círculos de las tertulias. germandanilo@hotmail.com

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