Columna


Hizo carrera en el país que todo aquel que se atreva a decir que lo que hace el Gobierno no conviene está aliado a la guerrilla y es auxiliador, miliciano o guerrillero camuflado de civil. Además, después del once-once, muy posible que sea terrorista y si no se tienen pruebas sobre ello, funcionarios acreditados como autoridad pasan informes diciendo esto o aquello, pero sin que se pueda comprobar. La instrucción: enlodarlo hasta donde más se pueda. No importa que salga inocente, porque lo verdaderamente cierto es que se necesita que pierda su prestigio de gente decente, después de que su único pecado es decir cosas que al gobierno central no le gustan. Esta política de “seguridad democrática” se montó con el discurso que aquellos que no estén con ella, son los enemigos. Semejante problema psicológico es muy difícil de manejar. Su ceguera ante lo que creen debe manejarse de esa manera, no les permite ver lo que acontece. Lo grave es que la realidad nos indica que hay fallas insuperables como en el caso del manejo del conflicto que no se reconoce, porque esto le daría status de beligerancia a la guerrilla. Lo peor es que los hechos nos indican que los grupos al margen de la Ley están a lo largo y ancho del territorio, haciendo y deshaciendo como a bien tienen. Los llamados “paramilitares” con el fracaso de la Ley andan que no saben qué hacer pero se sabe para dónde van y esto, llevará al fracaso total lo que nos vendieron como la panacea para Colombia. Hay que agregarle los índices de desempleo que por más que quieran maquillar sus resultados, nos está demostrando que aumenta alarmantemente y coloca en condiciones de indignidad a millares de compatriotas sin que se tenga solución a la mano. Pero hablando de indignidad no podemos dejar de mencionar a los desplazados que deambulan por todo el país, sin encontrar un gobierno que les resuelva su desesperación. Los convirtieron en seres que hay que rechazar porque se tomaron las esquinas e incomodan a los que manejan sus carros en esas vías, olvidándonos que mendigan para su sustento y con ello no morir de física hambre. Nadie habla de la juventud que está parada desde las cinco de la tarde en las esquinas de los pueblos del país, no por diversión, sino porque nada tienen que hacer incluso después de haber terminado sus estudios, dizque para poder ingresar a la universidad. Son jóvenes sin futuro así se diga que se han aumentado los porcentajes de quienes entran a estudios superiores. Hablan de los que entran, pero no pronuncian palabra de los que no lo pueden hacer. Si denunciar que la realidad es otra, da motivo para que sea uno calificado como apátrida, guerrillero o terrorista, creo que el ochenta por ciento de los colombianos terminaremos señalados con esos calificativos. Bajo el riesgo de ese señalamiento, son muchas las políticas del actual gobierno que no funcionan y que, con el cuento de la seguridad, nos quieren hacer creer que todo anda bien pero olvidan que, sin solucionar el problema social, la realidad se siente y no permite discursos diferentes al fracaso. Sin resolver el problema de una verdadera justicia, jamás podremos encontrar una solución al conflicto que nos permita vivir en paz, como todos anhelamos. lviveropaniza@hotmail.com

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