Desde la sección “Tres Colores, muchos sones”, de la emisora 99.5, he escuchado en el año que termina, la voz viva del juglar Rafael Escalona, quien fue el gran historiador del Caribe: La Custodia de Badillo, La casa en el Aire, El Mejoral, El hambre del liceo, El carro Ford, La creciente del Cesar, Los celos de Maye, El Almirante Padilla, entre otras. Para mí su composición preferida era “La vieja Sara”, porque cada vez que el Long Play llegaba a ese punto, despertaba a los muchachos que me invitaban a bailar. Hace cinco años, tuve la fortuna de escuchar al maestro Escalona, dedicándome la canción que lleva mi nombre, y lo que fue más emocionante aún, cantándomela casi con dulzura, como si fuera uno de sus últimos alientos. Este hecho singular nació de la astucia de una periodista bogotana, que sabe muy bien para qué sirven el baile y la literatura. Por eso hoy quiero hacerle este regalito, que él nunca me pidió, pa’ que no diga de mí que yo lo tendré “olvidao”. No habrá nadie en Colombia que pueda olvidar al hijo del coronel Manuel Clemente Escalona Labarcés, luchador de la Guerra de los Mil Días, y de Margarita Martínez Celedón, nacido en Patillal, el 27 de mayo de 1927. Fue el autor más importante del Siglo XX y no hay ningún colombiano que no sepa tararear sus canciones. Escalona se fue en medio de pañuelos blancos y de las voces de los juglares auténticos y de los improvisados, porque todo el mundo en Colombia lo tenía ligado a su juventud, a los ojos de su primera novia, a sus primeros desengaños, y a los sucesos insólitos en la vida de los pueblos del Caribe. Escalona también fue inmortalizado por Gabriel García Márquez, Daniel Samper Pizano y Carlos Vives, que en 1991 protagonizó la serie de televisión “Escalona”, en la que participaron Judy Henríquez, Florina Lemaitre, Rodrigo Obregón, entre otros, dirigidos por Sergio Cabrera, con guión de Bernardo Romero Pereiro. Nuestro compositor recibió muchos galardones en Colombia y entre los colombianos en Estados Unidos. Entre sus reconocimientos brilló su Grammy Latino en el Rockefeller Center de Nueva York. Con este breve comentario quiero decirle al viejo Rafa que nunca he hablado mal de él, como lo cree en su canción, sino que sigo agradecida por el “corte” blanco y el collar invisible que luzco todos los días en lo más profundo de mi alma. Con “La vieja Sara”, los niños y adolescentes costeños aprendimos a bailar el ritmo conocido como “los tres pasitos”, para seguirle el son a sus vallenatos y lucirnos en las fiestas familiares y en nuestras primeras salidas con el “bonche” de amigos de la calle. Y eso no es nada. En el pasado Hay Festival, en Cartagena, don Juan Gossaín nos demostró entre guacharacas y acordeones que el vallenato es un género literario y que sus cantautores son narradores tan válidos o más, que los escritores cuyas obras se limitan al uso de la palabra sin contar con la melodía. Ante los designios divinos, mi “compae” querido, no tengo más remedio que hacer este pálido retrato de su vida y esperar que cuando yo me vaya, tenga la alegría de que alguno de sus herederos musicales se encargue de componerme un son para armar, con todos los que ya se han ido, una gran parranda en el cielo. *Directora de Comunicación Social de Unicartagena saramarcelabozzi@hotmail.com
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