Columna


Un tugurio sin desempleados

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

06 de agosto de 2010 12:00 AM

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

06 de agosto de 2010 12:00 AM

No comparto, como seguramente usted tampoco, la pasividad con que reaccionó la dirigencia de Sucre frente a la reiteración que hizo el DANE sobre el índice de desempleo en Sincelejo, porque en vez de contradecir un anuncio que tergiversa la realidad que nos agobia, lo acepta con un argumento que acentúa la conformidad y propicia la informalidad, denotando su falta de interés por impulsar las políticas que conduzcan a que todos alcancemos el bienestar y la prosperidad, que no se logrará mientras se continúe admitiendo y pregonando que a la economía de la ciudad, para sostenerse, le basta con el producido de quienes lavan carros junto a una acera, transportan pasajeros en una motocicleta o empujan una carreta por las calles voceando verduras y tubérculos. Sabemos que el emprendimiento entre nosotros aún no ha sido asumido como un derrotero, ni siquiera por los profesionales, que preferimos el amparo de un salario a la asunción del riesgo que implica ir detrás de una fortuna. Por eso no contamos con industrias grandes y los empresarios y comerciantes para sostener o expandir su actividad requieren pocos empleos nuevos. En este contexto el Estado, aunque exista la prohibición o la imposibilidad de ampliar las nóminas, continúa siendo el que genera las expectativas frente a las plazas de trabajo, reservadas a unos pocos. Eso explica no sólo por qué vender en las calles víveres, baratijas o servicios es la actividad de quienes carecen de preparación y no son escogidos para un trabajo formal, sino también, el porqué ellos en ocasiones llegan a sentirse dueños de la calle, imponiendo reglas de comportamiento sin que nadie ose discutírselo, salvo cuando son perseguidos por la Policía por atestar las entradas de los almacenes e impedirle a los transeúntes caminar sin obstáculos o son expulsados de los alrededores de algún comercio por considerar los propietarios que su presencia compromete la reputación del sitio. A los protagonistas de estas situaciones los hallamos a lo largo y ancho de la ciudad y les podemos calificar entre nómadas y sedentarios. Entre estos están los que se apropian de los espacios que ofrecen las bahías de estacionamiento para determinar su uso. Se les ve, panola en mano, alertar a los conductores sobre la disponibilidad de parqueo o ayudarlos al momento de salir, para lo cual, a cambio de unas monedas, se toman atribuciones de policía de tránsito como dirigir el tráfico. También están los que tienden cartones en las aceras del Centro para exhibir sobre ellos utensilios, textos o discos compactos que proceden de editoriales clandestinas, o los que ponen una mesa en la calle con un recipiente que contiene jugo hecho con la fruta que está en la época de cosecha. Estos son los oficios que nos identifican y dignifican ante el país. Por eso, reitero, no comparto la pasividad de la dirigencia, aunque, repensando, quizás tengan razón en cuanto lo que prima para el DANE son las cifras, sin importar que lo que perciban los informales apenas les alcance para consumir alimentos escasos en proteínas y edificar casas con materiales de desecho, carentes de seguridad, comodidades e higiene. A ese paso pronto seremos honrados por vivir en un tugurio sin desempleados. *Abogado y profesor universitario. noelatierra@hotmail.com

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