Columna


Uribe, el actor

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

21 de febrero de 2010 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

21 de febrero de 2010 12:00 AM

Imposible negar la capacidad histriónica del presidente Uribe. En todo y para todo la despliega como vela al viento a fin de esquivar la responsabilidad que le quepa como timonel de la Nación. Sí, la culpa de todo lo malo que ocurra en su administración es de ministros para abajo. Los trofeos son para el jefe; los fracasos, para la fila india de burócratas sembrados en sus cargos desde hace siete años. Volvió a jugar, acentuado, a raíz del desastre de la emergencia social, ese histrionismo que perfeccionó en Dorking. Como el procurador le “recomendó” dejar de transmitir los consejos comunales, aprovechó la reacción avasalladora del país contra los decretos con los cuales se propuso conjurarla para restablecer los proscenios de la comedia semanal en el call center de la Superintendencia de Salud. Y la mejoró, porque ahora su contacto con la gente que gusta de hablarle al primer magistrado es diario, se transmite en directo y las cámaras le hacen tomas mientras se coloca los audífonos o modula sus respuestas a las señoras en tono pedagógico, tratándolas con delicadeza filial. Le escucho doña Carmen. Pregunte doña Filomena. Le aclaro misiá María. En vista de que no convenció a nadie en los foros y reuniones convocados para explicar los decretos, se quitó el traje de estadista y se puso los arreos de actor para sacarle partido electoral a los despropósitos estampados en los decretos, como si él no los hubiera firmado y nada tuviera que ver con unas decisiones que son de presidente y ministro en conjunto. Pobre Dieguito. Lo emasculó: “Usted –le dijo– es peor que una pared, se demora dos años para cumplir una orden y no sabe redactar mandatos elementales”. Uribe es tan buen actor que, después del sainete y las poses, doña Carmen, doña Filomena y misiá María exclamaron: “Ese es mucho macho. Eso sí es gobernar. Eso sí es saber cómo se apalea a los pendejos que él nombró creyendo que son inteligentes, y que no los bota porque –tan formales– se aguantan esos aguaceros de rabia con una indignidad digna de conmiseración”. Y ellos no renuncian, y pasan por indignos, porque como el actor principal es el director de la pieza y el guionista que la prepara, pactan el lucimiento del “number one” de la misma. Alguien tendrá que recopilar la filmografía de Uribe. Se lo sugiero a Jaime Díaz Quintero, que también es abogado, pues todos los montajes de don Álvaro son alegatos al aire, típicos del Estado de Opinión, para que el pueblo y la Corte Constitucional coincidan en el respaldo a la tesis según la cual ocho años son poco para cobrarles a las Farc el daño que le han causado al país y, en especial, a ciertas familias prominentes. Lástima que la obcecación de Uribe por mantenerse en el mando prive al teatro y al cine universales de un actor fuera de lote. Sabemos que tiene una propuesta de Alemania para representar a Hitler. Pero no le gusta el personaje porque la escena del suicidio sería muy dura para un inmortal. Además, su tránsito por la historia no puede ser una fumarola que se extinga en dos períodos. ¡Nunca! No conviene abrirle las puertas del poder a la juventud en momentos en que un joven –Andrés Felipe Arias– se enorgullece de su servilismo. Lo dice su propio lema de campaña: “El del Presidente”. Ni siquiera Tomás y Jerónimo. *Columnista y profesor universitario carvibus@yahoo.es

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