Columna


Uso práctico del lenguaje

JORGE TIRADO NAVARRO

20 de enero de 2010 12:00 AM

JORGE TIRADO NAVARRO

20 de enero de 2010 12:00 AM

Por medio del lenguaje los hombres explican su entorno, se aproximan al conocimiento de objetos y fenómenos, y se relacionan entre sí. Sin el lenguaje no sería posible sintetizar en el concepto los hallazgos de la ciencia e investigación; él se requiere para hilar opiniones, juicios y pensamientos; sin él no sería fácil el amor y la amistad, pues para exteriorizar los sentimientos, además de gestos, se requieren palabras y acciones de interlocución. Con el lenguaje siempre tenemos la pretensión de transmitir una idea, un pensamiento, o un sentimiento: mediante el uso de expresiones y oraciones queremos significar algo. Se cree con frecuencia que indagar el significado de una expresión consiste en establecer la acepción correcta de las palabras que la conforman para después desentrañar el sentido total de la frase. Éste método se cimenta en un culto a la definición, que encuentra su principal herramienta de trabajo en los diccionarios. Presupone que los enunciados lingüísticos tienen propiedades inmanentes, atemporales e intrínsecas, que permanecen inalteradas en las definiciones de diccionarios y manuales. En el Siglo XX la filosofía del lenguaje dio paso a propuestas más pragmáticas y contextuales. Para los precursores del denominado “giro lingüístico”, el significado de las oraciones y expresiones viene dado por el uso que una comunidad haga de ellas. La idea es la siguiente: cuando una comunidad usa enunciados lingüísticos, da origen a reglas, hábitos y convenciones que se convierten en directrices para su utilización (Strawson). El uso correcto de una expresión u oración está dado por el apego a esos parámetros sociales. Asimismo, es de los pragmáticos el concepto de “intención” del hablante como un elemento medular para establecer el significado que el emisor quiere imprimirle a un cuerpo de palabras. El hablante, mediante comportamientos lingüísticos o no lingüísticos –y en forma consciente- pone sus enunciados en un contexto determinado para generar en el receptor la reacción deseada (Diego López). Es así como en la mayoría de las circunstancias el uso de un lenguaje soez provoca la indignación del receptor, pero en algunas ocasiones solo refleja la confianza entre los hablantes y no tiene la potencialidad de ofender al destinatario. Es curioso cómo las relaciones interpersonales y las circunstancias de tiempo, modo y lugar pueden condicionar el significado de una frase. La “intención” del hablante puede modificar el significado que una comunidad le atribuye a una expresión. Sin embargo, “un emisor debe tratar de comunicar lo que normalmente se comunica (o se intenta normalmente comunicar), y se requiere de una buen razón para aceptar que un uso particular de la palabra difiera de su uso general” (Paul Grice). Adicionalmente, el contexto cobra relevancia cuando los hablantes lanzan afirmaciones sin pretensiones de verdad, que no corresponden a un estado de cosas verificable, como cuando le atribuyen cualidades a alguien ya fallecido o narran historias de ficción. Los diccionarios son de gran utilidad porque recogen algunas de las reglas y convenciones del lenguaje. Pero no cabe duda, ni podemos ignorar, que las sutilezas y matices de la comunicación cotidiana desbordan muchas veces el significado cristalizado en las definiciones formales. *Abogado y periodista

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