Columna


¿Qué pasaría si un movimiento cívico juvenil ecológico y republicano renovara electoralmente el Concejo de Cartagena y otras instituciones políticas después del Bicentenario? Podrían resultar cambios fundamentales: 1. Una política de redistribución de tierras, modernización del campo y de promoción del turismo ecológico campestre ocuparía a muchos campesinos y desplazados. Los turistas extranjeros y nacionales harían caminatas y marchas desde los pueblos de Bayunca, Clemencia y Santa Catalina hacia Galerazamba y las costas, o desde el Jardín Botánico a Turbaco, buscando agua y aire puros. Se crearían granjas autosostenibles para jóvenes delincuentes quienes aprenderían un oficio para ganarse el pan con su propio trabajo. Serían pequeños empresarios que harían el mercadeo y la venta de sus productos. Las actividades agrícolas y ganaderas serían protegidas de los intentos de robo o de secuestros por esos mismos jóvenes, que comprenderían que la mayoría de los empresarios del campo son trabajadores honrados y no lavadores de dineros ni mafiosos. Para enfrentar las sequías, el precio de los alimentos se mantendría estable y no habría amenaza de hambrunas. 2. La Ciudad Vieja y su centro amurallado, después de una transformación ecológica, tendrían paseos peatonales bordeados por árboles de “Clemón”, de tamaño mediano, inofensivos para las murallas y las construcciones. Con sus tallos retorcidos y hojas triangulares, darían sombra a los turistas que caminarían sin temer al sol del trópico (y del calentamiento global). El Camellón de los Mártires se llenaría de árboles umbrosos, trasplantados de las campiñas cercanas, y dejaría de ser un desierto de cemento, incluso a las doce del día. Se acabaría con el egoísmo en el espacio público, convertido en el espacio privado de una especie de solterona amargada, que teme sembrar árboles porque se le puede llenar de vagos que buscan sombra. 3. Una campaña educativa contra el ruido, drogadicción y violencia, convertiría a los pandilleros en microempresarios y en guías de los turistas que, no contentos con admirar lo que todos admiran, conocen también los sectores populares. Veríamos a los extranjeros caminando por los barrios más pobres acompañados por quienes antes aterrorizaban sus calles. Allí las casas se valorizarían y se iniciaría una gran movilidad social. 4. Una revolución en el transporte acabaría con los buses y taxis mendicantes, que atormentan con sus pitos a los ciudadanos. Ahora una campaña dividiría el servicio en varias rutas y cada año se abrirían determinados cupos para éstas, y entrarían en licitación solo buses busetas, automóviles y motos de calidad. Las motos tendrían, además, rutas especiales y un chasis para pasajeros. Los cupos serían sorteados. Todos tendrían igual oportunidad de participar, pero sólo algunos serían escogidos por la suerte y la calidad de sus equipos, y no por las influencias políticas. Al final uno se pregunta: ¿Y en qué se basarían los miembros de ese movimiento juvenil para lograr esos cambios? Y alguien respondería: ¡Elemental! ¡En los Derechos del Niño, a los que ninguno de los partidos tradicionales les paraba bolas! *Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

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