Columna


Viejos aspectos de nuestras relaciones internacionales

RODOLFO DE LA VEGA

04 de julio de 2009 12:00 AM

RODOLFO DE LA VEGA

04 de julio de 2009 12:00 AM

A propósito de la visita reciente que hiciera a Washington el Presidente Uribe, se ha revivido la eterna discusión acerca de si nuestros gobernantes asumen actitudes dignas, cuando les toca entrevistarse con sus homólogos del gran coloso del Norte. Titulares de prensa y numerosas caricaturas, ponen a nuestro Presidente casi suplicante, lo cual no consideramos justo. Pero estas confrontaciones son de vieja data. Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) Colombia permaneció como país neutral, pese a que, a partir de la entrada de los Estados Unidos al conflicto (1917), presiones fuertes se hicieron sentir, encaminadas a que permitiéramos en nuestro territorio bases navales y aéreas para proteger y defender al Canal de Panamá. Algunos parlamentarios colombianos acogieron con entusiasmo la propuesta, a pesar de estar aún sangrante la herida que sufrió la patria con motivo a la separación de Panamá, orquestada, dirigida y sufragada por el Gobierno americano. En uno de esos debates intervino el parlamentario cartagenero José de la Vega, firme vocero de la neutralidad. De la obra “El Buen Vecino”, escrita y editada por el senador De la Vega, transcribo un episodio interesante. “Aquí no nos inspira en absoluto ningún móvil partidista; lejos de eso. Probablemente los discursos que pronunciamos y los artículos que escribimos son contrarios a las conveniencias de nuestra causa política; pero por encima de esos intereses están los intereses de la patria. Y yo puedo agregar que fuera de estas consideraciones, tengo un motivo personalísimo, pudiera decir íntimo, que me impulsa a intervenir en estos debates y a alertar a la opinión pública sobre los peligros que nos asechan. “Conozco un episodio, que tal vez soy el primero en revelarlo, que tengo siempre presente cuando se trata de las relaciones con los Estados Unidos. Era la época de la guerra de los mil días, una de las más funestas que registran nuestros anales. Este país estaba empobrecido, desangrado, envuelto como en un sudario, bajo una montaña de papel moneda. Los Estados Unidos conocía esa situación; y un día se presentó al despacho del ministerio de Relaciones Exteriores, el ministro americano, y sin muchos preámbulos le dijo a nuestro canciller, que a la sazón lo era el doctor Miguel Abadía Méndez: ‘Señor, he recibido instrucciones de mi gobierno para proponer al de Colombia compra por la ciudad de Cartagena’. El doctor Abadía Méndez se quedó atónito; pero tuvo la sangre fría suficiente para contestarle: ‘La salida de este despacho es por aquí’, y le señaló la puerta que conducía a la escalera”. Y continuó el senador cartagenero, “lo que yo más amo sobre la tierra, es la ciudad gloriosa en que nací. Yo sé bien que cuando se habla de bases navales, de bases aéreas, ese santuario del patriotismo está amenazado.” Pero las situaciones cambian y durante la Segunda Guerra Mundial, Colombia declaró un “estado de beligerancia” ante el eje Roma, Berlín y Tokio, y colaboró en lo posible a combatir a los submarinos alemanes que incursionaban frecuentemente en el Caribe. Hoy también la situación es completamente diferente. fhurtado@sprc.com.co

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