Columna


¿Dónde está Federico?

JAIME ANGULO BOSSA

30 de enero de 2010 12:00 AM

JAIME ANGULO BOSSA

30 de enero de 2010 12:00 AM

El 16 de agosto de 1936 lo mataron. Queipo, general franquista de la muerte, dio la orden. Le dispararon a la izquierda donde estaban su pensamiento y su corazón de poeta inmortal, lado del cual salía la belleza roja de su arte cuya grandeza cada día se torna en canto escuchado más allá de los muros que sus asesinos, al ejecutarlo, creyeron levantar para que su memoria cayera de bruces ante la pluma yerta de los versos que escribía y nadie pronunciara su nombre y olvidara la eternidad que lo cubría desde entonces. Pronunciándolo, ustedes y yo lo reivindicamos. Se llamaba Federico García Lorca, el de Fuente Vaqueros, genio literario superior al odio de los envidiosos de su estética cuyo asesinato cumplieron por no aceptarla tan bella. En agosto transcurrirán 74 años desde cuando la derecha hundió puñales en su pecho sin saber que la izquierda de sus ideas y de su existencia –democracia de combate- no moriría sino que empezaría a vivir al lado de la gloria de sus poemas. Muerte que lloré cuando los leí y lloro aún al pie de sus romances y obras de teatro, cada vez que sus libros al abrirlos me encandilan e hipnotizan. Sí, yo estoy extasiadamente preso de la belleza de su arte, arrobado ante el arco iris formado por los colores de su inspiración gitana. Esposas de luz sujetan mi conciencia, mi pensamiento y mi existencia en un tríptico apresamiento de exquisiteces líricas que al inmovilizarme me permiten admirar mejor la hermosa frente de la belleza que produce y me hacen libre por lo atado a ellas que me tienen. En diciembre pasado, durante el agasajo que El Universal brinda anualmente a sus columnistas estuve al lado de Pedro Luis, el Director, y de Óscar Collazos, Darío Morón, Augusto Beltrán y Rodolfo de la Vega, cuatro lúcidos de ellos. La amena conversación que manteníamos giró de pronto en torno de los restos mortales no hallados de Federico, luego de intensa y larga búsqueda dirigida por especialistas. Fue cuando exclamé: “¡yo sí sé donde están!” ¿“Dónde?”, inquirió uno de mis inteligentes contertulios. Y yo respondí: “¡en la gloria!” Collazos, reconocido escritor, comentó cordial: “no lo digas, porque mañana cualquiera podrá atribuirse la frase”. Y como ninguno de los que la oyeron la ha recogido del aire donde mora –mojan sus plumas en ética intelectual griega y son incapaces de usarla- libremente la reivindico ahora, más sólo para ponderarla y aclarar la clase de gloria donde descansa su poesía, una de las tres en español que forman la Tríada Lírica de mis sueños. La segunda es la de Neruda, en la que me sumo cuando en mí se van secando la belleza y la protesta, tal vez por no admirar de continuo a la primera y abandonar medroso a la segunda, mas sacando fuerzas de mis desfallecimientos las revivo con insomne militancia estética y ardiente vanguardismo ideológico que las tornan vitales y cantarinas; la de Barba Jacob es la tercera. ¡Oh Porfirio contradictorio y grande, que no llama a la lucha sino a hundirse en la hermosura creada por sus versos profundos que de belleza me ahogaría si a ellos bajara! A Federico, balas falangistas de Mola, Queipo, Moscardó y otros lo mataron, mas el águila de la belleza lo subió a la gloria izquierdista de la poesía donde siempre vivirá como genio y mártir. *Abogado, catedrático, ex Representante, ex Senador, ex Gobernador, ex embajador ante la ONU. jangossa3@gmail.com

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