Columna


¿Vivió de prisa?

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

07 de noviembre de 2009 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

07 de noviembre de 2009 12:00 AM

Con frecuencia se confunde la velocidad con el desasosiego. Nuestra felicidad tiene una esencia irónica evidente: cuanto más la perseguimos, más rápido se nos escapa. Estamos hipnotizados por la prisa. Es una costumbre darle connotación y reconocimiento, así sea con la estúpida sensación de la bicicleta estática. Demasiado tarde nos damos cuenta de que hemos estado corriendo en pos del viento. Acabamos de disfrutar una novela estupenda sobre Sucre. Mauricio Vargas, agudo comentarista de opinión, logra la magistral combinación de meticulosa investigación con historia fabulada. La titula el Mariscal que vivió de prisa. Los grandes hombres nos sorprenden con sus realizaciones. Nos preguntamos: ¿Cómo pudieron hacer tanto en tan corto tiempo? A Cristo 33 años le bastaron. Pero Él era hijo de Dios. Alejandro, que conquistó medio planeta antes de los 30, también creía tener un dios por padre. Sucre, con perfil heroico tiene dimensiones formidables de estratega y hombre de Estado, que se afirman sobre las más nobles condiciones de bondad. El movimiento es vida. La prisa ha sido elogiada en esta época. Los lentos dizque desaparecerán de la tierra. Pero el afán presuroso es mirado con desconfianza por el hombre culto. Quizás Sucre no vivió de prisa, porque siempre estuvo lejos de la improvisación y la ligereza. A Sucre le consagró su valor, su esfuerzo y su condición de hombre grande que no se precipitó en sus gestas. La cultura de la lentitud tiene como soporte el cuidado, la refinación. La equivocación se suele justificar porque el error va con la condición humana. Tal vez es mejor ir más despacio para no incurrir en desaciertos. Pero cuán difícil resulta…; Era Sucre un hombre reservado, un poco taciturno, nada comunicativo, de una modestia inmensa que en el fondo podía ser orgullo de su propia valía. Por eso su rechazo a las formas que se acostumbran para ascender rápidamente. Sucre no tenía premura. Poseía una inteligencia lúcida, una magnanimidad sin límites, un desprendimiento en grado heroico y una formación que lo consagró en la lucha por la independencia. Estratega insuperable, con seguridad y precisión de maniobra alcanzó victorias imposibles. En la batalla de Tarqui, cuando infringe la más completa derrota al general Lamar, tiene un momento estelar que no aparece en la novela. Antes del combate había ofrecido condiciones generosas para evitar el derramamiento de sangre fraterna. Lamar y su ejército esperaban exigencias terribles. Sucre les dice que son las mismas que antes de la batalla les había ofrecido. “Nuestra justicia es la misma antes y después de la victoria”. Algunos juristas lo traducen en una bella sentencia, que está más allá de lo que la “civilización” permite. Se expresa diciendo: “La victoria no da derechos”. Sucre vivió sólo 35 años. Era demasiado intachable, demasiado sereno, demasiado noble. Más que un héroe, o un guerrero, parece un santo, dedicado a los más altos intereses y los más bellos ideales. El enfoque es cuestionable, pero nos atrevemos a pensar que no vivió de prisa. Quiera Dios que la memoria de Sucre impida hoy una guerra fratricida que la estupidez propicia. ¡Qué vaina con Chávez! Pero algo hay que hacer por la paz, concordia y respeto binacional. *Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario. augustobeltran@yahoo.com

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