Ya no saben qué hacer para elevarlo al cielo. Ahora Roy Barreras, que tuvo la habilidad nocturna de pasarse de la cama de Cambio Radical al catre del Partido de la U sin hacer ruido, pretende radicar en el Senado un proyecto de ley que le daría al ex presidente Uribe una curul vitalicia en el Congreso. Con voz pero sin voto, precisa Barreras. No demora en proponer, como médico que es, que se le de asiento también vitalicio en la Academia Colombiana de Medicina, pues sus compatriotas debemos reconocerle todos los esfuerzos que ha hecho en ocho años para devolvernos la salud física y mental perdida en 200 años de historia patria. Para ello, toda conmemoración del Bicentenario, deberá llevar por ley la efigie del senador vitalicio. Si no aparece alguien que detenga los arrebatos de Roy, lo vamos a ver inundando al Senado con proyectos de ley que aumenten la “gloria inmarcesible” y el “júbilo inmortal” del ex presidente. Va a tener que cuidarse mucho el Nuncio Apostólico porque no demora Roy en pedirle que le sirva de puente para que el Vaticano inicie la beatificación del “mejor presidente que ha tenido Colombia”, el más fiel a la Iglesia, el único presidente que ha metido en su agenda de estadista una arrodilladita en Fátima. Si yo fuera psicoanalista, estaría muy preocupado por la salud de Roy Barreras. A un Padre de la Patria se le puede aceptar que tenga delirios de grandeza y engole la voz vallecaucana cuando se para frente al mapa de Colombia, pero lo que resulta bastante humillante, para él y para la institución donde oficia, es que haya sustituido la falta de autoridad paterna por una servidumbre que nos ridiculiza nacional e internacionalmente. Yo no sé si el futuro ex presidente va a tener bracitos y corazoncito para corresponder a tanta devoción. Yo, de Roy Barreras, le hubiera hecho cambiar desde eso del “corazón grande” que tanto se usó al principio del primer gobierno. Puesto que padezco una miocardiopatía dilatada, sé de las limitaciones del corazón grande: no irriga lo suficiente. Pero el galeno del pan de bono, el champús y el “cholao”, dicen que novelista en sus ratos de ocio, no hizo lo que debía hacer como médico: aconsejarle al presidente, padre y patrón, que no chicaneara con eso del corazón grande. Roy está a la altura de sus circunstancias: un congresista que decidió empujar desde el principio todos los vagones del tren uribista, haciendo lo que le mandaran, proponiendo disparates, creyendo tal vez que la política, entendida como servidumbre, podía reemplazar el ejercicio noble de la medicina. Pero confundió servicio con servidumbre. Es posible que Roy pensara en Augusto Pinochet: después de erigirse en dictador y de ser confirmado por el voto como presidente, consiguió que como premio a su sangrienta labor profiláctica, le dieran una curul de senador vitalicio. Si lo pensó, lo hizo mal. Uno, que es supersticioso, piensa que no está bien eso de convocar los malos espíritus. Dios no quiera que la suerte del dictador chileno con la justicia internacional sea la del ex presidente elegido dos veces democráticamente. *Escritor salypicante@gmail.com
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