Durante la historia del campo colombiano, antigua y reciente, el robo de ganado, o abigeato (cuatrerismo) ha sido uno de sus peores flagelos, y como no tenía la tipificación legal de delito autónomo, sino de delito dependiente, es decir, no era un delito en sí mismo, ha quedado casi siempre impune, o las penas dadas a los abigeos (cuatreros) han sido casi siempre risibles y excarcelables, por lo que la mayoría son reincidentes y la actividad ilegal crece en vez de disminuir. Esta situación cambiará, ya que el proyecto de ley para que el abigeato sea delito autónomo pronto será sancionado por el presidente Duque.
Según Fedegán, el campo colombiano tenía en 2015 512.103 predios. En 2010, el 35% de la ganadería del país era de doble propósito (carne y leche); 6,4% era de lecherías especializadas de clima frío; 19,9% era de ceba (engorde); y el 38,8% era de cría, y es casi seguro que estos porcentajes se mantienen iguales. Esto quiere decir que más de 80% de la ganadería está dedicada a la producción con hembras, ya que el 19,9% de los animales que se ceban suelen ser machos.
El abigeato le hace un daño enorme a cualquier ganadero y aunque a los grandes suelen robarles más cantidad de ganado por mayor valor nominal, el daño es proporcionalmente más grave para los ganaderos medianos y pequeños, para quienes hasta una vaca puede ser una parte importante de su hato.
Son muy pocos los ganaderos que pueden comprar un lote de vacas buenas, y por lo mismo, emplean años haciendo crecer su hato ellos mismos hasta donde aguante su tierra, mediante una selección rigurosa para ir dejando solo las buenas productoras y que a la vez son fértiles y con intervalos aceptables entre un parto y otro. Cuando los abigeos se roban un novillo, se roban unos kilos de carne que tienen un precio determinado. Es una pérdida importante, pero no le hace tanto mal al ganadero al lado de perder una buena novilla o vaca, porque su valor intrínseco es mucho mayor que su mero peso en carne y puede representar, como hemos dicho antes aquí, un trabajo familiar e intergeneracional de mucho tiempo.
El abigeo, aunque casi siempre suele traficar con ganado, también se roba mulos, caballos, cerdos y cabras, todos con un sitio importante en las fincas donde están. Los caballos y mulos sirven para vaquería, para llevar carga, y para salir al pueblo desde los lugares más remotos y de caminos tortuosos.
El campo necesita mucha más atención, incluyendo arreglar las vías terciarias, que son las que le permiten al campesino sacar su producción a los mercados de manera oportuna, y a la vez, llevar los insumos que necesita, bien sean drogas veterinarias para algún animal enfermo, o materiales para arreglar cercas o para cualquier otro de los muchos menesteres de una finca.
Ojalá que la ley antes mencionada sea sancionada muy pronto, y que las autoridades de verdad se despabilen para ponerla en práctica, incluida la extinción de dominio sobre fincas usadas para guardar semovientes robados, y vehículos usados para transportarlos.
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