Editorial


Administrar bien el éxito del turismo

Procolombia divulgó ayer estadísticas asombrosas acerca del crecimiento del turismo en Colombia, que en el primer semestre de este año fue de 46,3%, ya que hubo 2.921.818 viajeros entre enero y junio, frente a 1.996.587 en el mismo periodo de 2016; en junio de 2017, hubo 473.571 viajeros que equivalen a 51,2 por ciento más que en el mismo mes de 2016, lo que a su vez indica una tendencia al alza aún más acentuada. Y lo que hace unos años era inconcebible, los extranjeros fueron mayoría en este incremento con 1.417.356 turistas este semestre (20,19 % más que en 2016).

Los visitantes llegados en cruceros aumentaron en 15,66 en el semestre, pero en junio de 2017 crecieron un sorprendente 505,93 % frente al mismo mes de 2016, notándose también una tendencia geométrica al alza en este sector del turismo.

Si los anteriores datos son positivos e inesperados, lo es más que según Procolombia, “El turismo es la segunda industria en producir ingresos económicos al país, al registrar en 2016 un total de 5.688 millones de dólares, superando productos tradicionales como el café, las flores y el banano”. Es decir, Colombia se volvió un país turístico y la “industria sin chimeneas” tiene gran peso en nuestra economía nacional.

En lo local, por supuesto, el turismo también es importantísimo y ahora el mayor problema es cómo administrarlo bien no solo para incrementarlo, sino para que sea sostenible y no intranquilice a la población local, para que sus beneficios sean bien distribuidos y sobre todo, para no matar la gallina de los huevos de oro, cuyos síntomas hemos visto en Cartagena través de variada sintomatología: cobros abusivos a turistas por bienes y servicios, invasión del espacio público, atracos en áreas insulares a turistas extranjeros y hasta frente al Castillo de San Felipe, abuso de enormes proporciones sobre un bien público y ecológico como Playa Blanca, y también sobre Cholón, islas del Rosario y Tierrabomba, donde hay megaconstrucciones que ofenden el sentido común y el de la estética.

El turismo tampoco puede seguir funcionando en ciertas actividades como si la población local no existiera, teniendo bares ruidosos en áreas de viviendas, pasando chivas con sonido amplificado y ruidoso por cualquier parte, incluyendo barrios residenciales, o usando los muelles de los distintos barrios para turismo, haciendo así ruido y causando trancones con buses y taxis en vecindarios con derecho a la tranquilidad.

Aprender a administrar el éxito del turismo es un reto tanto o más difícil que haberlo incrementado.

 

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