Luego de cuarenta y seis días y con 500 millones de dólares estimados de pérdidas se acabó el paro camionero más largo de la historia del país. No fue peor por la coordinación que hubo entre los camioneros que sí querían trabajar, la Andi y las Fuerzas Armadas, quienes juntos organizaron caravanas con productos básicos a los sitios más necesitados.
Las mayores carencias en el Caribe colombiano fue de vegetales y otros productos que vienen de tierra fría, tales como la papa, las zanahorias y demás. Hubo especulación en muchos de estos productos, que pronto bajarán de precio al normalizarse su transporte desde el interior a la costa.
El paro permitió distinguir dos tipos principales de camioneros: aquellos que tienen un vehículo del que dependen para trabajar y comer todos los días, y aquellos que son dueños de flotas de camiones, grandes o pequeños, incluyendo tractomulas. Luego hay distintas especializaciones entre los camioneros: los hay refrigerados, los hay para cargar mercancías, para minerales, para carga líquida fría o al clima, para distintos tipos de gas, para ganados y para contenedores, entre varias otras especialidades, cada una con necesidades particulares, haciendo más complejo el problema.
Se hizo pública y notoria la existencia de un cartel de la chatarrización, que a través de mil maromas, se quedaba con la plata de camiones que no chatarrizaban, y estos seguían circulando, haciéndole competencia desleal a los demás camiones que rodaban legalmente. Implicaron es este “cartel de la chatarrización” a un líder del paro y gran propietario de tractomulas, por lo que en verdad deberían las autoridades pertinentes llegar hasta las “últimas consecuencias”, tan socorridas, para exonerarlo o castigarlo a él y sus aliados, pero no dejar el caso sin definir.
También quedaron pendientes las sanciones a quienes recurrieron a las vías de hecho, incluyendo quemar algunos vehículos por romper la unidad del paro decretada por los jefes. Estos malandrines -cuando se compruebe legalmente que lo son- no deben salirse con las suyas, sino que también deben seguírseles los procesos hasta el final.
El país debe dejar de depender tanto de los camiones y recurrir a sus ríos principales, especialmente con transportes que los puedan usar con sus limitaciones de calado, para no botar el dinero en dragados permanentes, muchos inútiles y ambientalmente dañinos.
El tren de cercanías de este litoral, vivo en el imaginario de la región e impulsado por Eduardo Verano, sería una gran contribución a la Ciudad Caribe y racionalizaría el uso de sus puertos marítimos y fluviales.
Es clara la necesidad de impulsar el transporte multimodal y de no depender tanto de los camiones para ser más competitivos, y para que cuatro gatos no puedan parar el país cada vez que quieran promover su beneficio particular.
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