Editorial


Ambulancias que matan

EL UNIVERSAL

16 de septiembre de 2017 12:00 AM

Una nueva persona murió (es la segunda en poco tiempo) por la irresponsabilidad de un conductor de ambulancia que utilizó el carril exclusivo de Transcaribe sin llevar un paciente a bordo, aunque tenía encendida su sirena como si así fuera, indicando su cinismo y premeditación.

Y además de no estar autorizado su vehículo para circular en Cartagena, según los reportes iniciales iba a velocidades no permitidas en este carril, cuyo límite es de 60 km por hora. La víctima en este caso fue una joven de apenas 22 años de edad, una pérdida terrible de una vida que apenas comenzaba.

Para usar el carril exclusivo de Transcaribe una ambulancia no solo tiene que tener sus papeles en orden ante el Dadis, en cuya base de datos debe estar inscrita, o ‘habilitada’, sino que debe llamar a la línea de emergencia del  Crued (125) para avisar que usará dicha vía, dando los datos de su vehículo que luego podrán ser verificados ante el Dadis si fuere necesario.

Es un trámite obligatorio, aunque no es engorroso, y permite luego avisarle a todos los interesados, incluyendo a los conductores de los buses de Transcaribe, que una ambulancia usará el solobus en determinado sector, para que estos le faciliten el paso al vehículo con la emergencia médica. Es por supuesto una medida elemental e indispensable de seguridad.

Infortunadamente, ciertos conductores abusivos de las ambulancias no son los únicos usuarios irregulares del carril exclusivo, sino que a pesar de todos los accidentes y fatalidades ocurridas allí, hay distintas personas que lo invaden, desde peatones, ciclistas, motociclistas y conductores particulares, hasta vehículos de tracción animal.

En verdad es un milagro que no haya más accidentes y atropellados por los buses de Transcaribe, cuyos conductores son sorprendidos a cada rato por estos incidentes con el potencial de ser trágicos no solo para los infractores, sino para los pasajeros del servicio de transporte masivo por los frenazos que deben meter sus operadores.

Cada vez que ocurre uno de estos incidentes, especialmente cuando alguien muere, hay declaraciones a tutiplén y promesas de investigaciones ‘exhaustivas’ y ‘hasta las últimas consecuencias’ pero pocas veces sabemos si de verdad hubo las sanciones necesarias.

Está claro que se requieren campañas permanentes de educación para la ciudadanía, pero es fundamental un mayor control real -es decir, autoridad pura y dura- que asegure que las infracciones tengan consecuencias. Si no, seguirán los accidentes y la retórica usual, sin que de verdad se solucione el problema. 

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