Se cumplieron las elecciones presidenciales de ayer en un clima de tranquilidad como no se había visto en muchos años, pero en un ambiente de apatía, que se traduce en una abstención elevada, lo que significa que nuestros líderes políticos no alcanzan a mover la voluntad popular con suficiente contundencia para garantizar una participación activa y entusiasta, y eso no es una buena noticia para la democracia, que se sustenta en el papel de la ciudadanía en el trazado del futuro nacional.
El 60% de abstención le resta legitimidad a todos los candidatos, porque significa que los colombianos no se sienten satisfechos con los programas de gobierno puestos a consideración de los ciudadanos. También hay que entender la abstención, aunque en muchísimo menor grado, como la suma de problemas de nuestro sistema electoral, que hacen del ejercicio del voto una dificultad a veces insuperable.
El 40% de participación que hubo en las elecciones de ayer exige una transformación de nuestros métodos de participación ciudadana y de acción política, porque no se trata de un descontento popular con una determinada ideología (al fin y al cabo les fue igual tanto a izquierdistas como a derechistas), sino una desconfianza hacia todas las estructuras políticas que funcionan en el país. Se necesitaría una colectividad que mueva las entrañas de la gente, como lo hace, por ejemplo, la Selección Colombia, para que el país recupere el espíritu de la auténtica democracia, que exige la mayor participación posible para adquirir más firmeza y fortaleza.
El presidente candidato Juan Manuel Santos y el aspirante Óscar Iván Zuluaga obtuvieron las dos primeras votaciones, pero como ninguno sacó más del 50% deben disputar los dos la Presidencia en una segunda vuelta a mediados de junio, y los colombianos esperan que la campaña respectiva sea una confrontación de ideas y propuestas serias, y no un encarnizado enfrentamiento de chismes, golpes bajos y guerra sucia que aparte a un lado la verdadera médula del futuro nacional.
La candidata Martha Lucía Ramírez dio una sorpresa positiva al ocupar el tercer lugar de la votación, por encima de la aspirante del Polo Democrático, Clara López, y el del Partido Verde, Enrique Peñalosa, aunque este último podría ser la fuerza determinante de la segunda vuelta, si se asume que las huestes del conservatismo se irían con Zuluaga y las del Polo, con Santos. El voto en blanco sacó un exiguo 6%, insuficiente para constituirse en una tendencia influyente.
Dos cosas positivas hay que resaltar de la jornada de ayer: el tiempo récord en que la Registraduría entregó los resultados y la disminución de los delitos electorales.
Los políticos deben cuestionarse su rol, porque la indiferencia aparente de los electores podría por cualquier motivo convertirse en una erupción masiva de la insatisfacción del pueblo al no ver legitimidad en las elecciones del país ni en sus candidatos.
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