Editorial


Barú, peaje y medio ambiente

EDITORIAL

12 de febrero de 2017 12:00 AM

Mañana lunes se reuniría en sesiones extraordinarias el Concejo de Cartagena para estudiar cuatro proyectos de acuerdo, uno de ellos para crear un peaje para entrar a la isla de Barú, especialmente para proteger a Playa Blanca y las demás orillas incluyendo a Playetas, esta última ya talada y amenazada de sufrir la misma depredación de la playa emblemática de la isla antes mencionada.

De 2 mil bañistas al día Playa Blanca pasó a tener 10 mil, que llegan en más de 200 buses, una sobrecarga obvia en todo sentido, además de la tala e invasión de los manglares que precisamente protegían esa orilla. La invasión de Playa Blanca es nutrida, abusiva y total, ya que va desde frente al hotel Decamerón hasta la propiedad de los Santo Domingo de forma ininterrumpida.

En playa Blanca no hay baños para 10 mil personas y es apenas obvio que la mayoría de los bañistas haga algunas de sus necesidades fisiológicas dentro del agua, lo que además de ser insalubre para los bañistas, es dañino para los ecosistemas del sector. ¿Y dónde se lavan las ollas y calderos en los que se cocina para tanta gente? ¿A dónde van a dar ese agua y los detergentes utilizados? Obviamente, de una u otra forma caen al mar, y pronto los ecosistemas submarinos de esa orilla estarán en una crisis enorme, si es que ya no lo están.

A Playa Blanca le pasa como al Centro Histórico: el valor de ambos está en preservarlos con la menor presión posible para asegurar su sostenibilidad y para cuidar el atractivo turístico en sí, que en ambos casos son el imán de cada sitio y por lo mismo, son sus cajas registradoras. Sin una Playa Blanca saludable en todo sentido el lugar perderá su atractivo y su esencia, y nadie la querrá visitar.

Además de lo anterior, la invasión intensa de las playas con distintas construcciones que ya las saturaron impide la llegada de las tortugas carey a desovar, ritual anual, al igual que el retorno de las tortuguitas al mar cuando eclosionan los huevos. Este ciclo ha sido estimulado artificialmente por la Fundación Echavarría desde hace muchos años, y también por el Oceanario de Rafa Vieira. Es un crimen ambiental permitir que toda esta riqueza natural alrededor de Playa Blanca se siga degradando.
Un peaje, ‘social’ o no, debería tener el propósito claro de reducir drásticamente la cantidad de gente que use Playa Blanca, que debería convertirse en una especie de templo de la naturaleza para que las futuras generaciones también lo puedan conocer y para garantizar su funcionamiento natural.

Quienes defienden el ambiente hacen una meritoria campaña para salvar los corales del Varadero y deberían ocuparse también de oponerse a la destrucción de Playa Blanca y los manglares de Playetas, ya que tienen igual importancia todos los recursos naturales que estén en peligro, y Playa Blanca está ambientalmente herida de muerte.

 

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