Editorial


Blas de Lezo y la placa a los ingleses

EDITORIAL

01 de noviembre de 2014 12:02 AM

La placa develada ayer a los pies de Blas de Lezo por el príncipe Carlos, heredero al trono de Inglaterra, y su consorte Camila, Duquesa de Cornualles, debe tener a nuestro héroe manco, cojo y tuerto, a punto de salirse de la tumba, facilitándole el trabajo a quienes lideran las pesquisas para  definir dónde está su cadáver.

Vernon se tomó Bocachica, puso artillería en el Cerro del Horno, destruyó el Fuerte San Luis y sitió la ciudad desde el 13 de marzo hasta el 20 de mayo de 1741, cuando partió la última nave de la expedición del almirante inglés al no poderse tomar a Cartagena y dejando aquí entre 8.000 y 11.000  muertos (tuvo 7.500 heridos), aunque algunas fuentes británicas creen que hubo 18.000 muertos suyos. En la defensa de Cartagena murieron entre 3.000 y 4.000 españoles y criollos.

La flota con que Vernon atacó a Cartagena era la más grande jamás armada por los ingleses, con más de 51 naves de guerra y muchos transportes (más de 100), y entre 27.000 y 30.000 hombres. La derrota de Vernon es una de las mayores vergüenzas de la historia naval británica, que los ingleses han preferido no admitir oficialmente.

Tan seguro estaba de su triunfo el almirante inglés que hasta una moneda acuñó en la que un Blas de Lezo arrodillado le entregaba su espada en señal de derrota y humillación, escena que solo vivió en la cabeza vanidosa de Vernon, quien por cierto estaba acompañado en el sitio de Cartagena por Lawrence Washington, el medio hermano de su gran amigo, George Washington, cuya casa solariega en las afueras de la hoy capital estadounidense se llama Mount Vernon. Unos años después Washington derrotaría a los ingleses durante la guerra de independencia de los hoy Estados Unidos.

Quien haya visitado la tumba del almirante Vernon en Westminster Abbey, en Londres, sabrá que entre sus múltiples hazañas navales rememoradas allí, están esculpidas en la piedra las siguientes palabras: “Redujo a Chagre (Panamá), y conquistó en  Cartagena hasta donde las fuerzas navales pudieron llevar la victoria”, una subvaloración típica atribuible al carácter flemático de los ingleses, en este caso para referirse a su peor desastre naval.

La placa develada ayer a los pies de Blas de Lezo tiene la intención caballerosa de condolerse por los muertos de Vernon y a la vez es un halago para su ilustre compatriota real y su esposa, de visita en Cartagena.

El príncipe Carlos es un tipo simpático y había que atenderlo bien, pero ni él, ni su país, ni sus gentes, han tenido la misma galantería hacia el sacrificio cartagenero y español como el que demuestra la placa ofrendada por Cartagena y sus autoridades “al valor y sufrimiento” de nuestros atacantes.

Si se quería homenajear a Carlos, hubiera sido mucho mejor que el príncipe inspeccionara lo poco que queda del cementerio de los ingleses que construyeron el ferrocarril entre Cartagena y Calamar, en inmediaciones de Turbaco, o cualquier otro acto similar.

Ojalá que la generosidad enorme de esta placa sirva para que los ingleses dejen su mezquindad y se pongan a paz y salvo con la historia.

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