Editorial


Cartagena, puerto de doble vía

La ampliación del Canal de Panamá cambia el mapa logístico del mundo, y muy especialmente para Cartagena, el del Caribe, al permitir grandes economías de escala mediante barcos cada vez más grandes, que duplican y triplican en capacidad de carga a los que cruzan el istmo hoy. Y Colombia, si no quiere desaparecer del mapa portuario mundial, tiene que poder recibir en sus puertos a dichas embarcaciones agigantadas.

 

Cartagena acaba de dragar su único canal de acceso a la bahía por Bocachica y también el de Manzanillo hacia la Sociedad Portuaria Regional de Cartagena (SPRC) y el terminal Compas (antes Muelles El Bosque) para acomodar estas naves enormes, solucionando el problema de calado, pero para solucionar el del tráfico de naves, Cartagena aún necesita hacer su segundo canal de acceso por Bocachica, que antes sería por Varadero y ahora entre isla Abanico e isla Draga, por donde se afectan muchísimo menos los bancos de coral, reduciendo cualquier daño ambiental.

Y de paso, la isla de Barú mantiene ese atractivo ecológico y turístico que representan los corales por donde se iba a hacer el canal. A la vez, aleja los barcos de la costa de la isla, manteniendo su vocación turística.

Los nuevos barcos, según la SPRC, “pueden ofrecer fletes más económicos del 40%  para contenedores y más del 200% para tanqueros. Esto es un beneficio directo para el comercio exterior colombiano”, muy especialmente para Ecopetrol, nuestra petrolera nacional.

Según la misma fuente, las inversiones en los diversos muelles de la bahía (hay al menos 53 puertos privados) “incrementarán el volumen de comercio exterior de 50 millones de toneladas año a más de 100 millones de toneladas año”. Manejar estos nuevos volúmenes, como dijimos, exige un segundo canal de entrada y salida a la bahía, dado que de las 5.200 embarcaciones que según Dimar entran aquí al año, pasaremos a 8.000 naves en 2018, equivalentes a 16 mil pases por Bocachica al entrar y salir, y no podemos tener “trancones” marítimos allí. Construir el nuevo canal se demoraría 22 meses y costaría unos USD46,1 millones, casi nada para los beneficios que le traería al país, a la Costa Caribe, y a la ciudad.

Aunque parezca un secreto de Estado, porque casi nadie parece saberlo en Colombia, Cartagena mueve el 70% del valor del comercio internacional de Colombia, y es entonces bastante obvio que este canal es indispensable para la nación y no solo para la ciudad.

El presidente Santos se ha comprometido públicamente varias veces con este segundo canal, al igual que el vicepresidente Vargas Lleras, hoy en visita de trabajo a Cartagena.

Dado que en Colombia y aquí suelen salirle francotiradores a todas las obras vitales, confiamos en que el Vicepresidente de nuevo ratificará su apoyo inequívoco a esta obra inaplazable.  

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