Editorial


Coches y VTA, sigue el debate

EL UNIVERSAL

06 de agosto de 2016 12:00 AM

Algunos animalistas de Cartagena siguen denunciando lo que es evidente para cualquier observador: que algunos cocheros, quizá demasiados, siguen metiéndoles a sus vehículos más de 5 pasajeros, cuando el límite es de cuatro personas (ver página 03 de esta edición).

Aunque no justifica el entuerto, se entiende la tentación: cuando un grupo tiene cinco o seis personas, es difícil que una o dos de ellas tomen otro coche, o que lo compartan con desconocidos para completar el cupo de cuatro en el otro vehículo, así que para no correr el riesgo de perder la carrera, el cochero puede hacerse el bobo y pasarse el reglamento por la faja, con frecuencia sin que sus clientes ni se enteren que hacen algo mal hecho, y le mete sobrecupo a su vehículo, para mal de su caballo.

El reglamento obliga a que las pesebreras tengan una plantilla de cemento para evitar que haya barro, pero a veces este remedio termina siendo peor que la enfermedad, porque el cemento es criminalmente duro cuando el animal se echa sobre este a menos que tenga una “cama” de al menos 20 centímetros de aserrín o viruta para evitar su dureza e impedir que le haga peladuras y llagas al animal. Y esto por supuesto sube los costos de tener el caballo, pero es el mínimo aceptable para su bienestar, aunque muchos cocheros no lo cumplen.

Luego están las herraduras, que además de no ser cambiadas con la frecuencia que requiere el crecimiento del casco (más o menos mensualmente), son de acero y por lo mismo resbalosas sobre el concreto, haciendo que los caballos se esfuercen mucho más para arrancar y para frenar, resbalándose a veces con caída incluida, con los daños consecuentes para el animal.

No dudamos de que el servicio de coches haya mejorado en algo con respecto a los caballos, pero es notorio que lo ha hecho muy poco.

Y luego están los más o menos 500 vehículos de tracción animal (VTA) que aún quedan, distintos a los coches, que son los “carroemulas”, que pueden ser jalados por un caballo, burro o mulo, y que son usados para llevar carga. La administración pasada canjeó 80 motocarros por el mismo número de carretas, pero hay que llevar el programa hasta el final, como en Medellín, cosa que esta administración parece no tener entre sus planes, así que siguen funcionando estos vehículos, creando el caos en el tráfico, además de acarrear escombros y botarlos en cualquier parte, multiplicando el problema.

Si las políticas buenas no tienen continuidad de una administración a otra, ninguna servirá para nada. Tanto controlar bien los coches, como terminar con los VTA, debería ser una política de estado, como lo es en otras ciudades mucho más exitosas que Cartagena.

Aplazar la solución a estos problemas solo los hará crecer y empeorar, por lo que el Distrito debería actuar pronto y con decisión.

 


 

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