Editorial


Creg, puñalada trapera ambiental

El Espectador sonó la alarma acerca del sesgo en contra de la energía renovable en un posible cambio de las normas por la Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG).

El diario explica que “Las reglas de juego para las plantas de energía en Colombia dependen del tamaño” y añade que se debe participar en una subasta para que una nueva central de generación de energía entre al sistema, y que el proyecto con la energía más confiable y barata “gana un incentivo que le garantiza ingresos constantes durante 20 años, lo que lo hace financieramente viable”.

Hasta ahora, las plantas de menos de 20 MW, que dependen de la energía renovable (sol y brisa), no tienen que entrar a la subasta, opción realista porque no se puede garantizar ni brisa ni sol todos los días, luego esta “confiabilidad” es menor que la de las que producen energía con recursos no renovables de carbón, gas o hidrocarburos, que son 100% confiables, y las hidroeléctricas, que solo lo son mientras llueva. 

Ahora la CREG considera la posibilidad de obligar a todas las productoras de energía, sin importar el tamaño, a entrar a la subasta con las mismas condiciones de confiabilidad y menor precio, lo que sacaría del mercado a las productoras de energía a partir de fuentes renovables, es decir, las eólicas y solares.

Dice El Espectador: “En la práctica, aprobar la propuesta significaría la muerte previa de cualquier proyecto de energía renovable de pequeña escala”.

Es increíble este sesgo en contra de la energía renovable, especialmente cuando hay plena conciencia de la degradación ambiental, del calentamiento global por el efecto invernadero y la consecuente desaparición paulatina de la capa de ozono. Parece que los rectores de la CREG vivieran en otro mundo al pensar favorecer precisamente las fuentes de energía no renovables que son la causa comprobada del calentamiento global y sus consecuencias, en vez de hacer lo contrario: favorecer en todo lo posible las energías alternativas para incentivarlas y depender cada vez menos de la otras, que matan el planeta.

Es cierto que tendrá que haber energía generada con recursos no renovables durante un tiempo de transición para garantizar que el mundo funcione, pero la meta tiene que ser reemplazarla del todo y cuanto antes con la convicción de que seguirla usando no solo es irresponsable, sino suicida.

El mayor costo  monetario de las energías solar y eólica se ve ampliamente compensado por su ínfimo costo ambiental y social, que son los que finalmente importan para preservar este planeta y la gente que vive en él, ambos amenazados de muerte.

No se puede entonces seguir con los viejos paradigmas y pensar que estos no tienen consecuencias funestas para Colombia y para el mundo.

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