Editorial


Crisis de Barú, una oportunidad

Algunos habitantes y propietarios de tierras en Barú vaticinaron que construir un puente para conectar la isla al continente sería un desastre porque estimularía la llegada de más vehículos y más personas de los que la isla puede manejar.

 

En este espacio dijimos entonces y sostenemos ahora que no hacer el puente por ese motivo equivalía a vender el sofá para impedir la infidelidad del cónyuge.

Con poco tiempo de inaugurado el puente quedó demostrado que quienes dieron la alarma tenían razón y la isla de Barú acaba de sufrir una invasión durante el puente festivo pasado que fue desastrosa, pero al menos fue una alerta para las autoridades acerca de lo que puede ocurrir, para diseñar planes inmediatos para evitarlos.

Cuando vimos las fotos de la carretera de Barú durante el puente festivo mencionado, tomada a lado y lado por vehículos privados y públicos, especialmente buses, los que dejaban un espacio ínfimo para el tránsito de los demás vehículos, comprendimos que la carretera se quedó chica antes de entrar en servicio propiamente dicho. 

La carretera de Barú tiene las medidas más mezquinas imaginables para una vía de su naturaleza, lugar y tiempo: la calzada tiene 6 metros y las bermas son de apenas 0,50 metros cada una, cuando en su época las normas exigían que fueran de 1 metro y las de ahora exigen 1,80 metros por berma y 7,30 mt de calzada.

La vía de Barú tiene un total de 7 metros, por lo que no hay manera de que se puedan estacionar vehículos a lado y lado y mantener el tráfico andando, suponiendo que dicho parqueo fuera permitido, que no puede serlo. Durante el puente pasado todos los parqueaderos estaban llenos y no hubo autoridad que devolviera a los demás, que no cabían.

El Universal consultó a los constructores de la vía y nos dijeron que en su momento la interventoría no solo los obligó a construir con estas dimensiones, sino que le quitaron espesor a la carpeta asfáltica diseñada, que está a punto de cumplir dos años y que pronto necesitará otra capa de asfalto para que no se desbarate, especialmente con el nuevo tráfico. Tampoco hay ninguna compañía contratada para mantener la vía ni presupuesto para hacerlo, por lo que es previsible que pronto comience a dañarse.

Es indispensable determinar cuál es la carga que resiste Playa Blanca y la isla en general y controlar el ingreso de vehículos y bañistas. Estamos de acuerdo con los constructores en que la isla necesita un peaje para visitantes, que podría tener una tarifa “social” para algunos, cuyo recaudo se use para arreglar la vía y para algunas de  las necesidades de las comunidades de Barú. Y también es bastante obvio que para soportar el desarrollo que se espera en la isla se requiere ampliar la calzada y construir una segunda, al menos hasta Playetas.

Ojalá que este desastre durante el puente festivo se convierta en una oportunidad para salvar a Barú de su propio éxito. Por lo pronto lo único que no debería suceder es que las autoridades se crucen de brazos y permitan que Barú se degrade, cosa que ocurrirá si no se mueven de inmediato. Los habitantes de Barú y los propietarios de tierra no pueden dormirse.

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