Editorial


De las Farc, a la Farc

EL UNIVERSAL

08 de noviembre de 2017 12:00 AM

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), o las Farc, dada la firma del Acuerdo de Paz, ahora son el partido político que se llama ‘la’ Farc, o Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, con su debida personería jurídica. Parece una verdadera metida de pata de sus líderes haber conservado el mismo nombre de cuando eran una guerrilla sanguinaria porque tiene el efecto de echarles sal en las heridas de sus víctimas y también de antagonizar a las grandes mayorías del país, a quienes las Farc afectaron seriamente, de una u otra forma, por lo que en la nación hay un sentimiento generalizado de gran desaprobación -por no decir odio- que es extensivo al nuevo partido político, ‘la’ Farc y sus líderes.

También tuvieron el desatino político de postular a estos, a quienes la mayoría de los colombianos ve como criminales, para los cargos más altos de la nación, incluida la Presidencia, Vicepresidencia, Senado y Cámara de Representantes. Estos movimientos, sin embargo, quizá sí les gustan a los militantes  de la Farc, antes de las Farc, quienes pensarán que mantener su misma sigla equivale a validar los largos años de lucha que muchos emplearon en esa organización y que de alguna manera ayudará a mantener su cohesión en los procesos que vienen.

Los obstáculos políticos anteriores no son los únicos que enfrenta la Farc, sino que el ausentismo de los congresistas, atribuido en los mentideros políticos a sus intereses electoreros, mermelada burocrática o de cualquier clase incluida, impide tramitar la ley estatutaria. Y como si eso no bastara, la aprobación de la Justicia Especial para la Paz (JEP) también está enredada porque para varios magistrados de la Corte Constitucional esta, como fue aprobada en La Habana, es un adefesio inaceptable.

El Acuerdo de Paz está entonces enredado, situación que quizá se hubiera podido evitar si tanto el Gobierno como las Farc le hubiesen puesto la debida atención al voto plebiscitario ganador en su momento, y hubiesen resuelto muchas de las diferencias de fondo entonces, en vez de tratar de forzar a buena parte del país a recibir el Acuerdo de Paz como fue negociado.

La paz es muy importante y nadie en su sano juicio podría querer volver a la confrontación con las viejas Farc, pero para salvarla no convienen las imposiciones, sino un esfuerzo del Gobierno, la Farc y los opositores por concertar los puntos que siguen siendo muy álgidos y que seguirán levantando ampolla en sectores amplios -a veces mayoritarios- del país.  Ojalá sea posible.

 


 

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