Editorial


Defendamos la libertad de expresión

Las dictaduras de la extrema izquierda (al igual que las de extrema derecha) son obsesivas en su afán profundo de implantar un Estado que sea una especie de dios omnipresente que regula la vida de los ciudadanos, a quienes no les queda más alternativa que obedecer sin reclamar ni quejarse de ninguna manera, y están dispuestas a defender este privilegio, primero con trampas legales para disfrazarse de democracia, y luego ejerciendo la más infame y descarada represión violenta.

Poco a poco, aun cuando  sean elegidas popularmente, se van transformando en regímenes dictatoriales y se otorgan a sí mismas el derecho a controlar lo que la gente mira, lo que lee, lo que opina, lo que puede comprar y cómo debe actuar, en función de hacer parte de un rebaño de ovejas mansas, cumpliendo sin rezongar la función social que le fue asignada, aunque esta sea contraria a las aptitudes, vocación y voluntad de las personas.

Para consolidar su poder, los regímenes dictatoriales deben arrasar despiadadamente con todo el que se oponga a ello, y en este contexto su enemigo principal es la información libre ejercida por la prensa independiente. Por eso, el primer blanco de la autoridad despótica son los periódicos, las cadenas de televisión y las emisoras de radio que no sean sumisas, y que pretendan señalar y criticar los desaciertos gubernamentales. Incluso, hacen esfuerzos por controlar la circulación de contenido a través de Internet, usando sofisticadas tecnologías de bloqueo electrónico.

Es lo que ha venido ocurriendo en Venezuela, con el cierre de canales televisivos, el control férreo de muchas emisoras, ya sea directamente o través del monopolio sobre la propiedad del espectro electromagnético, y las medidas judiciales o cambiarias contra los periódicos que no sigan la orientación oficialista. El régimen chavista o el de Maduro se fueron depurando poco a poco hasta lograr un control social casi absoluto, en el que la prensa libre fue golpeada duramente y las instituciones democráticas debilitadas para que no limitaran el control sobre el gobierno.

Y por ese mismo camino va Ecuador, donde recientemente, y luego de 32 años de actividad intachable en el ejercicio de un periodismo libre, ha dejado de circular la versión impresa del diario HOY, de Quito, debido a “la gradual pérdida de las libertades, la limitación de las garantías constitucionales, la autocensura que impone la Ley de Comunicación y los ataques reiterados directos e indirectos a la prensa que no controla el gobierno”, según ha expresado en su editorial de despedida.

La situación de la libertad de expresión en Ecuador y Venezuela se ha deteriorado enormemente y es una copia de lo que sucedió en Cuba después de la revolución, por el convencimiento del Che Guevara de que la prensa libre era un enemigo poderoso y había que aplastarlo a como diera lugar. A comienzos de los 60 no solo cerraron periódicos y revistas sino que clausuraron todas las facultades de Periodismo.

Desde aquí les damos un abrazo solidario a nuestros colegas del diario HOY y les ratificamos que seguiremos luchando por la libertad de expresión en el continente.

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