Editorial


Deng y la elección popular de alcaldes

EL UNIVERSAL

18 de agosto de 2017 12:00 AM

En ciertos sectores de Cartagena se repite con insistencia que la ciudad no estaba lista para la elección popular de alcaldes, citando el deterioro de esta urbe y de sus costumbres políticas desde entonces hasta la presente, y muy especialmente ahora cuando un escándalo revelado por la Fiscalía General de la Nación envuelve al alcalde y a otras importantes autoridades, y se dice además que las grabaciones telefónicas hasta ahora, de las que hay más de 400 horas, son apenas la punta del témpano de hielo de la corrupción en el Distrito y quizá en otros ámbitos relacionados con este poder local.

Con los hechos anteriores como prueba reina para sus argumentos, hay sectores a los que les gustaría volver a los días en los que los alcaldes eran nombrados por el poder central, antes de la Constitución de 1991, como única manera de recuperar las buenas costumbres en la ciudad. Y en los sectores más recalcitrantes hay referencias desobligantes hacia los candidatos de los sectores populares, a veces con tintes racistas.

En el otro extremo hay sectores que no solo se oponen a los alcaldes nombrados a dedo, sino que insisten en que los de elección popular deben continuar y además salir solo de las entrañas del pueblo en los barrios populares, y critican a todo el que huela a las “élites de siempre” y para descalificarlas también se usan términos racistas.

La realidad es que la elección popular de alcaldes es un avance democrático irreversible, y esta no es el problema, sino la calidad de la formación tanto de los electores como de la gente que elegimos, y las costumbres politiqueras e indecorosas imperantes en casi todos los sectores que han llegado al poder en varias administraciones recientes, visibles no solo en Cartagena sino en todo el país.

La ciudad no necesita la polarización de estos extremos, sino encontrar terreno común al aprender a elegir personas idóneas, preparadas para la administración pública y con vocación de servicio en vez de afán de enriquecimiento personal y grupal, sin importar cuál es su barrio o estrato socioeconómico de origen, ni cuál es el color de su piel. Ningún sector tiene el monopolio de la gente buena ni de la mala, pero sí tenemos un problema serio de educación política en todos los sectores. A través de la educación hay que hacer que esta palabra -política- no se siga confundiendo con la politiquería y la corrupción.

Viene al caso un dicho famoso atribuido a Deng Xiaoping: no importa de qué color es el gato mientras cace ratones, es decir, mientras haga su oficio, que en este caso es gobernar en beneficio de la ciudad y de sus habitantes.

 


 

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