Editorial


Descomposición social

El pasado fin de semana circuló a través de redes sociales un video en el que se ve el ataque a golpes a una mujer acusada de robar en un centro comercial de la ciudad.

Fue una escena indignante que tuvo que ser controlada por varios policías, pues ante la mirada de niños y adultos, a la mujer la desnudaron mientras varias personas descargaban su ira contra ella.

Es increíble ver cómo la mayoría en ese sitio aplaudía la agresión y no le generaba ningún rechazo ver a la mujer sufriendo, con sus partes íntimas al aire libre.

Ahora bien, hay que ser claros en que, sea mujer u hombre la persona a la que quieran linchar, todos los hechos en los que se quiere hacer justicia por mano propia, como lo hemos dicho con insistencia en anteriores editoriales, son vergonzosos y repudiables.

Si robó o no, son las autoridades las obligadas a hacer cumplir la ley. Ningún delito justifica que una turba enardecida tenga que aplicar la barbarie.

Es cierto que la Justicia necesita una reforma urgente porque cada vez son más los delincuentes reincidentes que saben que el sistema es permisivo e insuficiente, sin embargo, no hay excusas para un salvajismo social.

Lo peor es que pareciera que se disfrutara esa violencia no solo en el sitio donde ocurre y se graba cada instante, sino después al compartirse en video cientos de veces de celular a celular, sin tener en cuenta la dignidad de la sospechosa ni de sus allegados: padres, hermanos, hijos y parientes menos cercanos.

Hasta ahora no hay ningún reporte de la Policía Metropolitana que indique cuántas personas de las que agredieron a esa mujer fueron capturadas. Las autoridades no solo deben evitar un linchamiento, sino también identificar y procesar a todo aquel que se involucre violentamente teniendo como único referente la ley del talión.

Sí, la ciudadanía se cansó de la delincuencia y desconfía de la aplicación de las leyes a los bandidos, sin embargo, no se puede seguir permitiendo la descomposición social de esa manera. Fueron nueve los linchados en 2017 en Cartagena, cuando de 2010 a 2013, ni en el 2016, se reportaron muertos por esa modalidad. 

Muchos de los linchamientos surgen del voz a voz, es decir, la gente que se suma al “ajusticiamiento” no tiene certeza de que realmente se está agrediendo a la persona que acaba de cometer un ilícito, sino que una supuesta víctima o testigo le contó. Esto lleva a preguntarse, ¿cuántas veces no han sido linchadas personas inocentes? 

Vale la pena revisar todos estos comportamientos.  Urge frenar el deseo de venganza violenta contra quien quebranta, o supuestamente quebranta la ley.

No se puede permitir como sociedad que se siga derramando tanta sangre de manera tan atroz ni aprobar el desafuero.

Castigar a alguien hasta matarlo no debe pasarse por la mente de una sociedad con esperanzas de ver un país mejor. Tenemos que cambiar nuestro comportamiento social.

 

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