Editorial


Dos nuevos santos

Muchos cartageneros y colombianos pueden enorgullecerse de haber visto personalmente a un santo: Juan Pablo II, quien visitó nuestro país en 1986 y estuvo en la ciudad, donde rindió tributo a San Pedro Claver.

Juan Pablo II y Juan XXIII (el Papa bueno) fueron canonizados ayer por el papa Francisco, ante una multitud congregada en la plaza de San Pedro desde la noche del sábado para asistir a este acontecimiento.

El segundo fue inspiración de miles de prelados colombianos que trabajaron muchos años para que la justicia social, el amor y la solidaridad ayudaran a Colombia a superar sus problemas de violencia; y el primero oró por la consecución de la paz en nuestro país de manera permanente.

La canonización fue conducida, por primera vez en la milenaria historia de la Iglesia Católica, por dos papas vivos, que dieron testimonio de humildad en el centro de los miles de personas que, fortalecidas por la fe, dejaron ver sus esperanzas en que el mundo enderece su camino inspirado por el mensaje de Jesucristo.

Los 800 mil católicos que se calcula asistieron a la ceremonia y los 24 jefes de Estado y de gobierno presentes allí demuestran la voluntad de renovar y expandir la fe entre las naciones, y la confianza en que las virtudes y los principios pregonados hace más de dos mil años, y consignados en los Evangelios y las cartas de Pablo, son una guía valiosa e imperecedera para que la vida humana se enriquezca y prospere.

Es sumamente revelador, además, que hubiesen asistido también representantes de todas las religiones, entre ellos una importante delegación judía, para rendir homenaje a dos papas que tuvieron en común su combate contra los prejuicios hacia los judíos.
Lo significativo de estos dos nuevos santos, más allá de los milagros que se les atribuyen, es que sus vidas son un ejemplo de entrega y dedicación al espíritu cristiano. Los dos fueron papas del siglo XX que cambiaron el curso de la Iglesia Católica.

Juan XXIII fue papa desde 1958 hasta 1963 y se le recuerda por haber convocado al Concilio Vaticano II, que llevó a la Iglesia Católica a la modernidad, autorizando la celebración de misa en idiomas locales en vez del latín, imponiendo el deber de trabajar por los pobres y abriendo el entendimiento con personas de otras religiones.

Juan Pablo II ayudó a la caída del comunismo, un sistema dictatorial y esclavizante, y dio origen a una nueva generación de católicos, al tiempo que mantuvo su defensa de los valores tradicionales de la iglesia sobre el aborto, el matrimonio y otros temas candentes.

Su condición  de trotamundos y el lanzamiento de las muy populares Jornadas mundiales de la juventud  estimularon a una nueva generación de católicos, mientras su defensa de la doctrina tradicional trajo de vuelta a muchos decepcionados con el “relativismo moral” de la fe renovada. 

El mensaje de ambos debe ser de estudio obligatorio para todo cristiano.

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