Editorial


El asunto fronterizo

EDITORIAL

26 de septiembre de 2015 12:00 AM

Hace décadas que viven de la misma manera y la separación fronteriza es apenas un concepto formal no aplicado de verdad en la vida diaria de estas comunidades.

La crisis fronteriza con Venezuela lleva varias semanas y no mejora más allá de haberle quitado, con la intermediación de los presidentes del Ecuador, Rafael Correa; y del Uruguay, Tabaré Vásquez; algo del punto álgido y provocador que le imprimía Maduro a sus declaraciones, cada vez más altisonantes y agresivas.

Pero es más que evidente que el problema fronterizo supera la capacidad de ambas naciones de controlarlo de inmediato mediante decretos, por diferentes motivos.
La frontera, abandonada históricamente por ambas naciones, es muchísimo más que unas coordenadas en un mapa. La línea divisoria solo separa a estas comunidades en el papel y de manera virtual, porque en el terreno los habitantes fronterizos a ambos lados de la “raya” son una comunidad integrada, unida por parentela, por actividades laborales complementarias y por intereses económicos casi siempre carentes del nacionalismo enfermizo de otros. Hace décadas que viven de la misma manera y la separación fronteriza es apenas un concepto formal no aplicado de verdad en la vida diaria de estas comunidades.

La actividad económica principal, el contrabando de gasolina y de muchas otras cosas, que va de Venezuela para Colombia y viceversa, según el producto, es una actividad conocida y tolerada por ambos países en la que casi siempre los contrabandistas tienen la colaboración de las autoridades de ambos lados, por acción o por omisión, y depende de las redes de parentela y de intereses a ambos lados de la frontera. No pueden existir ni moverse los de una orilla sin los de la otra.

Las medidas radicales tomadas ahora por Venezuela sirven para dejar al lado colombiano sin gasolina y sin algunos víveres, y a los venezolanos sin las utilidades del negocio del que vivían, y sin la mano de obra colombiana, la que en verdad mueve ese país, lo cual es un secreto a voces en el que no es necesario ahondar y que sin duda le traerá más dificultades a Venezuela, especialmente en el sector rural.

La Guardia Nacional ahora incursiona de forma provocativa a territorio colombiano y veja a los habitantes de este país, además de hacerles la vida imposible a algunos pescadores en ríos comunes. Este matoneo, auspiciado por la actitud de Maduro y sus conmilitones, si no por instrucciones directas del régimen, cualquier día podría crear la conflagración que le sirva de pretexto al presidente venezolano en su propósito de encontrar en Colombia al enemigo externo que tanto necesita, para seguirlo culpando de todos los males de su país y seguir evadiendo su propia ineptitud y el fracaso de un régimen anacrónico y dogmático, con una ideología que solo empobrece a los países que la siguen, como lo prueba el régimen que emula, el de la Cuba de los Castro, que tiene que volver al capitalismo a toda velocidad para no terminar de destruir la isla.
 

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