Editorial


El aviso de Salgar

Tragedias como la de Salgar, Antioquia, nunca deberían ocurrir pero se repiten en el país. El Colombiano dijo ayer que la avalancha “trajo consigo piedra y lodo de la quebrada la Liboriana en el corregimiento de las Margaritas, del municipio de Salgar, Suroeste de Antioquia”, dejando ya más de sesenta muertos. Una testigo le dijo al matutino paisa que “(...) la tragedia estaba anunciada porque, allá arriba sabían que eso estaba taponado y que se podía venir”.

 

Quizá este fue un hecho, como tantos otros, cuyas fatalidades se pudieron haber evitado, pero nadie creyó que sucedería. Lo ocurrido no lo hizo nadie a propósito, pero quizá no cabe estrictamente dentro del concepto de un accidente, palabra cuyas dos primeras acepciones en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE) son: “1. m. Cualidad o estado que aparece en algo, sin que sea parte de su esencia o naturaleza; 2. m. Suceso eventual que altera el orden regular de las cosas”.

En este caso ya se sabía que cuando una quebrada, arroyo o río se tapona aguas arriba, formando una presa, el peligro es grande e inminente, así que lo ocurrido no cabe en la primera acepción de la palabra accidente, aunque cabría más en la segunda, sin que tampoco defina bien lo ocurrido, hecho en el que hay algo de imprevisión y de negligencia, aunque por supuesto, nadie puede haber querido que ocurriera.

La lección debería ser que en el futuro, cualquier represa aguas arriba de cualquier asentamiento urbano debe tratarse con respeto y debe existir un plan de acción en todos los pueblos y ciudades con una situación topográfica que permita que se pueda repetir lo de Salgar.

Y en Cartagena, aunque la topografía es distinta y no es comparable con la de Salgar, ya sabemos que los aguaceros súbitos, copiosos e impredecibles también pueden causar grandes tragedias, quizá no con la cantidad de muertes de los aludes y riadas de los pueblos de las montañas, pero sí pueden inundar barrios enteros, causando enormes pérdidas materiales a personas que ya son pobres y que después de un suceso así quedan en la ruina. Y aunque no ha habido un golpe de agua con el potencial de matar gente como el de Salgar y lugares similares, tampoco está escrito que aquí no puede caer mucha más lluvia que en las peores inundaciones de años anteriores, y entonces sí podría haber una gran tragedia humana.

En el caso de Cartagena la incultura ciudadana generalizada permite que muchísima gente bote una gran cantidad de basuras a los caños de desagües pluviales, causando un efecto de represa con alguna similitud al de Salgar y al de tantas otras poblaciones que han sufrido lo mismo, y que nadie podía creer que ocurrieran.

La moraleja de Salgar para Cartagena, especialmente con los antecedentes que tenemos de inundarnos en las zonas más pobres de la ciudad, es que debemos promover una cultura de aseo, que botar basuras a los caños debe tener penas severas, y que no podemos seguir dormidos con respecto al programa de drenajes pluviales de la ciudad.

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