Cuando las autoridades de cualquier rama del poder público o político tratan de restringir las libertades personales de cualquier manera encontrarán una oposición enconada de la mayoría de la gente, especialmente de quienes creen que los problemas de la democracia se arreglan con aún más democracia.
El proyecto de acuerdo 171 de 2015, presentado al Concejo de Cartagena por el concejal Antonio Salim Guerra, “Por el cual se establecen normas para prevenir la participación de menores de edad en bailes o danzas que incidan en el contacto físico de tipo sexual, que hagan apología al sexo o a posiciones sexuales de ningún tipo en el Distrito de Cartagena y sus corregimientos”, es a primera vista un intento de inmiscuirse y de disminuir los derechos individuales, hasta que se entiende de qué se trata.
Leer el proyecto de acuerdo 171 es una manera de enterarse, pero no basta, y además, la gente suele desconfiar de muchas cosas escritas porque “el papel aguanta todo”, o porque se sabe dónde comienzan las restricciones a la libertad individual pero no dónde terminan, o porque a veces los documentos dicen una cosa y se termina haciendo otra.
También hay una aversión natural de la gente a ciertas campañas moralizadoras porque muchas veces intentan imponer puntos de vista religiosos o ideológicos, o ambos, y tratar de convertirlos en la conducta obligatoria de la gente de un país o una ciudad.
Todas las anteriores dudas y otras adicionales surgen al enterarse por encima de un proyecto de acuerdo como el propuesto por Antonio Salim Guerra al Concejo de Cartagena hasta que se ve uno de los tantos videos que circulan por los medios electrónicos de niños ejecutando el llamado “baile plebe”, nombre que inicialmente podría sugerir que se desaprueba una expresión cultural del pueblo por parte de personas que se sienten moral o socialmente superiores.
Pero la verdad es que el nombre “baile plebe” se queda corto al ver los videos mencionados, a los que se refiere el proyecto, en donde niños y niñas entre siete y doce años replican de manera explícita el acto sexual en diversas posiciones, resultando no un espectáculo simpático ni mucho menos de contenido cultural o musical, sino grotesco. Los videos no dan risa, pero sí preocupan.
El proyecto de acuerdo 171 ve algunos posibles efectos de estos comportamientos entre niños tan jóvenes, incluyendo traumas y desajustes sicológicos, violencia sexual posterior, erotización traumática y hasta embarazos tempranos: a la vez, estos últimos causan de por sí solos problemas sicológicos en madres demasiado jóvenes para asumir esa responsabilidad, además de problemas para criaturas nacidas de padres que no podrán responder por ellas.
No sabemos si la causalidad establecida en el proyecto entre el baile plebe y las consecuencias citadas es exacta, pero el sentido común indica que fomentar prematuramente comportamientos sexuales de adultos en niños puede tener consecuencias muy nocivas para ellos que terminarían afectando también a la sociedad en la que viven.
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