Hemos insistido mucho en la inhabilidad de aprovechar las oportunidades de cada crisis que hay en el país, tanto aquellas cuyas soluciones dependen del gobierno nacional como las que dependen de los entes territoriales, advirtiendo que en la última administración departamental y en esta que comienza hay una diferencia positiva con respecto la desidia e ineficacia, casi indiferencia, de muchas de las anteriores.
La crisis de la sequía causada por el fenómeno de El Niño, por ejemplo, fue enorme en el país y sobre todo en la costa Caribe. Además de los daños devastadores al agro, tanto a las ganaderías como a las cosechas, es decir, a la comida de los campesinos y de buena parte del país que depende de estos, estuvimos al borde de un apagón, o al menos, de un racionamiento drástico dados los pésimos niveles de los embalses en el interior del país y de la insuficiencia de la energía térmica para reemplazarlos.
Ayer la presidencia de la República envió un comunicado, así:“La empresa XM, filial de Interconexión Eléctrica S.A. (ISA), reportó que el país regresó a la normalidad en la operación del sistema eléctrico, gracias a la recuperación de los embalses ante la disminución del efecto del Fenómeno de El Niño”. La energía generada diariamente, según este comunicado, es 74% hidráulica y 19 por ciento térmica, y como se pronostican lluvias fuertes, es predecible que muy pronto las térmicas se podrán a apagar a medida que se llenen los embalses.
Durante el último El Niño descubrimos que en el Caribe pagamos el gas industrial más caro del país, a pesar de que lo producimos en La Guajira, y que la industria cartagenera paga el gas más caro de la Costa Caribe, con precios leoninos.
La crisis de El Niño sin embargo, trajo grandes oportunidades que desperdiciamos, como la de poner a volar los bulldozers del país, especialmente en el Caribe, para reparar jarillones y aguadas, al igual que robustecer las albarradas de los pueblos ribereños, que tenían playas donde hubo agua, como mostraron las múltiples fotos en El Universal, permitiendo que la maquinaria para mover y acumular tierra pudiera trabajar con holgura. Pero no lo hicimos nosotros ni el gobierno nacional. Ahí está Santa Lucía, en el Atlántico, con el mismo jarillón que se le rompió en los inviernos de 2010 y 2011, erosionándose, y nada hizo al respecto el Fondo Adaptación cuando debió construir ese y los demás, teniendo para ello el presupuesto y los diseños hechos por Haskoning. Tampoco hizo las defensas de los pueblos bolivarenses a orillas del mismo canal del Dique, con una situación similar a la de Santa Lucía.
No podemos olvidar entonces que pasada la crisis energética, es el momento para renegociar los contratos de suministro de energía y para emparejar las cargas apiladas contra el Caribe por el poder central en los precios del gas, y para poner en orden las térmicas, para no repetir los mismos errores en una sequía futura.
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