Editorial


El dilema del agro

EL UNIVERSAL

28 de agosto de 2013 12:00 AM

Durante el mandato de Álvaro Uribe, una buena iniciativa como Agro Ingreso Seguro (AIS) se convirtió en un escándalo mayúsculo por unos avivatos y un ministro con una ambición desmesurada, frustrándose mucho de lo bueno que hubiera podido lograr a favor del campo. Faltan iniciativas así, pero bien manejadas y que les lleguen a los pequeños campesinos.

Casi sin excepción, los gobernantes de Colombia han sido urbanitas y su actitud hacia la vida en el campo y los campesinos era y quizá es aún tan despreciativa como la de Oscar Wilde, famoso por sus comentarios ácidos: “Se levantan temprano porque tienen tanto que hacer, y se acuestan temprano porque tienen tan poco en qué pensar”. El campo y los campesinos siempre fueron de muy poca monta para nuestros gobernantes.
La inseguridad lleva décadas azotando el campo, pero nunca le importó a la dirigencia urbana nacional hasta que no se le metió en Bogotá.
La crisis de los precios de los insumos es antigua. Todo ganadero, por ejemplo, repite hace décadas que los precios prohibitivos de las drogas veterinarias son el desquite de los laboratorios (la mayoría produce medicinas para animales y para personas) por el control ejercido en muchas drogas para uso humano.
Los pesticidas y los abonos también tienen precios prohibitivos, pero a los gobernantes siempre les ha importado muy poco.
El resultado son insumos demasiado costosos, especialmente cuando se comparan con los de los países desarrollados, cuyos productores reciben subsidios enormes. Competir contra ellos con productos colombianos equivale a la pelea de toche con guayaba madura del adagio santandereano.
Además, los productos extranjeros suelen tener la ventaja enorme de las economías de escala de los grandes cultivos y explotaciones ganaderas extensas, eficiencia que aquí no se logra y que además tiene enemigos ideológicos que no saben trabajar el campo, pero sí criticar y obstruir cualquier iniciativa.
En el caso de la ganadería, encima de unos cimientos tan endebles del agro colombiano, está la depredación de los procesadores de leche en contra de los productores, la mayoría pequeños ganaderos con menos de 50 cabezas.
Los procesadores, valiéndose de los tratados de libre comercio (TLC), importan leche en polvo y lactosueros para competir con alevosía contra los productores nacionales de leche. Casi nada de lo anterior es nuevo, pero sí se agudizó de manera alarmante en los últimos 5 años y se empeorará porque los TLC encontrarán a un campo colombiano inerme, sin ninguna preparación para la competitividad.
A Santos le tocó heredar ese problema construido durante décadas por los mandatarios de siempre, centralistas y urbanos a ultranza, como también es su talante y gobierno.
El problema del campo es estructural, y si una vez conjurado el paro agrario no se enfrenta con planificación seria e integral, y consultada en las regiones, el país entrará en una crisis social que nadie sabe hasta dónde podría llegar.

 

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