Editorial


El Dique turístico

Quienes se alegraron hace unos meses, en pleno y severo verano, de ver la bahía de Cartagena cristalina como no lo había estado hace años, ahora estarán tristes porque las lluvias del interior del país y de partes del Caribe colombiano volvieron a hacer crecer el río Magdalena y por lo mismo al canal del Dique, que bota sus aguas llenas de sedimento de tal manera que la transparencia de la bahía se perdió en una deprimente turbidez que no solo se mantiene en la bahía, sino que se sale de esta.

Esa es razón suficiente para no desfallecer hasta ver las dos esclusas construidas en el canal del Dique, una en Calamar y la otra en Puerto Badel, cuyo resultado será crear una especie de piscina entre una y otra, donde el Dique podrá tener caudal pero no tendrá corriente, por lo que los pocos sedimentos que entrarían por Calamar se precipitarían al fondo de este cuerpo de aguas quietas, que serán siempre transparentes, o al menos, mucho más limpias que las del río.

Y esas aguas limpias serán las que pasarán a ciertos cuerpos de agua y humedales mediante canales que también serán construidos, para mantener la sostenibilidad de las ciénagas aledañas.

Ya andan a buen paso los trabajos para prevenir las inundaciones en los pueblos de Bolívar y de Atlántico en el canal del Dique, y los gobernadores de ambos departamentos -Dumek Turbay y Eduardo Verano- están muy pendientes de que se hagan y las inspeccionan juntos, y al propio Fondo Adaptación de Mustafá se le siente un nuevo aire y mucho dinamismo que buena falta le hacía.

Dicho Fondo anunció hace unos meses que hay el dinero para construir la primera esclusa en Calamar y esa sigue siendo una gran noticia porque ayudará muchísimo a controlar la entrada de sedimentos, aun sin la otra construida. Pero en el mundo de la política y de las obras públicas todo puede cambiar súbitamente y es indispensable que la dirigencia pública y privada de Atlántico y de Bolívar, y ojalá de toda la Costa Caribe, esté muy pendiente siempre de este proyecto para que no se pueda malograr por motivos impredecibles hoy.

Las obras menores que se hagan deberían estar pensadas no solo para mover y contener agua, sino para que sean navegables porque un sistema de esclusas y de manejo de caudales será también una oportunidad inmensa para estimular el turismo en estas poblaciones, a las que les caería muy bien una fuente de ingresos estable para no seguir dependiendo siempre de la pesca y de la agricultura, ambas rudimentarias y riesgosas.

Las aguas siempre quietas del Dique y cuerpos de agua aledaños serían navegables todo el año, oportunidad que no puede pasar por alto la industria de los visitantes para llevar gente a conocer las obras, a ver aves, a hacer pesca deportiva sostenible, y muchas otras actividades de naturaleza para favorecer a sus habitantes con empleo formal.

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