Editorial


El drama de las niñas de El Carmen

Suponiendo que fuera cierta la hipótesis de un trastorno colectivo de tipo psicológico que hubiese afectado a más de 200 niñas de El Carmen de Bolívar, haciéndolas experimentar un padecimiento inexplicable desde el punto de vista patológico, la respuesta del Gobierno nacional a la emergencia fue intentar desestimar la gravedad de los hechos, en lugar de disponer de psiquiatras expertos para que las atendieran, si es que estaba convencido o tenía pruebas de su validez.

En lugar de ello, envió inicialmente al viceministro de Salud y algunos epidemiólogos, mientras desde la capital de la República se lanzaban al aire esta y otras teorías sin tener los resultados de un estudio serio de tan elevado número de casos y se dio la impresión a todo momento de que se quería manejar el asunto a larga distancia, sugiriendo que las niñas eran presas de la histeria, descartando al mismo tiempo que las vacunas contra el virus del papiloma humano tuvieran algo que ver en la crisis de salud.

Los problemas de salud de las niñas de El Carmen no son una comedia, ni mucho menos parecen un invento de casi 300 estudiantes, que padecieron desmayos, dolor de cabeza, mareos y entumecimiento en las extremidades, algunas de ellas varias veces, como el caso de Leda Ríos García, de 15 años de edad y estudiante de décimo grado, quien ha tenido que ser internada ocho veces en la urgencia del Hospital Nuestra Señora del Carmen. Las muchachas enfermas no solo son alumnas de colegios en zonas urbanas, sino que hay varias de ellas del área rural. Y no es que la teoría de la sugestión masiva sea descabellada o irracional, es que fue sugerida de manera empírica y desde lejos, como para acallar el “ruido”.

Tratando de responder a la desesperación de la gente, el Gobierno nacional lanzó desde el comienzo las más variadas explicaciones, como la intoxicación con metales pesados o con alimentos en mal estado, hasta llegar a la de la sugestión colectiva, que en lugar de tranquilizar a la gente, la llenó de indignación, porque en ningún momento se les dijo a los padres qué hacer para conjurar los padecimientos.

El esfuerzo grande lo ha venido haciendo el Gobierno departamental, que buscó la ayuda de expertos internacionales.

Solamente cuando la comunidad de El Carmen comenzó a protestar con marchas y concentraciones, y algunas de estas derivaron en graves problemas de orden público, el presidente Santos ordenó al ministro de Salud ir personalmente a ese municipio a ponerse al frente de la emergencia. Lo esperaban ayer, pero solo irá el miércoles.

La situación de salud de las estudiantes de El Carmen de Bolívar debería resolverse pronto, pero también debería resolverse el patético panorama que se reveló a raíz de este caso: en muchas localidades no hay ni siquiera un modesto puesto de salud y en más del 70 por ciento de las que sí lo tienen no hay dotación ni médicos, hay muy escasas ambulancias y la mayor parte de las veces no pueden llegar a algunos sitios porque las vías están en muy mal estado.

Y que el Gobierno nacional no diga que contar esto también es histeria.

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