Editorial


¿El Eln entiende el país donde vive?

Hace menos de un mes, el gobierno del presidente Juan Manuel Santos anunciaba con entusiasmo que se iniciarían formalmente los diálogos de paz con el Eln, con lo cual todos los grupos guerrilleros del país habían convenido acabar con más de 50 años de confrontación armada y decidieron defender sus teorías sin acudir a las armas. En principio parece una buena noticia, a no ser porque desde ese momento ese grupo guerrillero intensificó sus acciones agresivas, no contra la fuerza pública únicamente, sino contra humildes choferes y contra representantes del pueblo a quien dicen defender y por quien dicen luchar desde el monte.

Durante su existencia, el Eln ha provocado severos perjuicios al medio ambiente, que es lo mismo que decir perjuicios a la comunidad, y ha contaminado ríos con petróleo crudo derramado para oponerse a su explotación. En los últimos tiempos, además, se ha dedicado con más ahínco al negocio del secuestro, del que reconoce cínicamente que hace parte de sus estrategias financieras y no ha dado muestras de querer acabar con ese delito. En tales circunstancias, ¿qué conversaciones se pueden sostener con este grupo?, ¿qué garantías tiene el pueblo colombiano de que conversará seriamente y no usará el diálogo para fortalecerse?

Los hechos recientes en el Cauca, Antioquia, el Sur de Bolívar y el Caquetá, ocurrieron casi todos luego de que el presidente Santos y el jefe negociador del gobierno, Frank Pearl, le reiteraran a esa guerrilla que se debe iniciar cuanto antes la fase pública de los diálogos con el Gobierno Nacional, y que debe suspender el secuestro y liberar a todos los que mantenga en su poder. Frank Pearl fue más allá y dio un ultimátum: el tiempo para la resolución política del conflicto se está acabando, advertencia que no cayó bien en algunos sectores, que la calificaron como contraproducente.

¿Por qué esa guerrilla persiste en esos ataques si la consolidación de la mesa de negociaciones está lista y el Eln aceptó embarcarse en ella? Simplemente porque quiere dar la impresión de poder, de que es un grupo poderoso con quien el gobierno está obligado a sentarse y ofrecer concesiones. Pero el Eln no ha considerado que el pueblo está cansado de él y le exige hacer política sin armas. Esa táctica no es más que una herramienta dilatoria que no engaña a nadie y sí le colma la paciencia a todo el mundo. Una verdadera paz exige de la guerrilla una muestra de su voluntad, de lo contrario será una farsa que el pueblo no está dispuesto a permitir.

La propia agenda de negociaciones es un conjunto de postulados retóricos, a los que este grupo nos tiene acostumbrados desde la época de los Vásquez Castaño, fieles a los postulados de su fundación nacida al amparo de la teoría “foquista” del Che Guevara, que murió con el derrumbe del socialismo, pero el Eln no parece haberse dado cuenta y es hora de que lo haga.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS