Editorial


El hambre, sin política de Estado

Todo hecho o conducta que le infrinja maltrato físico y psicológico a un niño o niña, o que lo ponga en cualquier situación de vulnerabilidad, más allá de la indignación y el rechazo natural que genera en cualquier pueblo civilizado del mundo, debe pasar a acciones concretas de alineamiento social.

Es aberrante que padezcan desnutrición 288 niños de Cartagena, equivalentes al 48% de una muestra de apenas 600  menores de 5 años que fueron atendidos en la Casa del Niño durante el 2015.

Seguramente no todos serían de Cartagena, unos tantos procederían de los pueblos de Bolívar, pero todos igualmente distanciados de buenas oportunidades sociales.

Sin embargo, a los concejales del Distrito, el hambre en nuestra población infantil parece no haberles generado sensibilidad, pues el lunes pasado la sesión apenas duró 18 minutos, a pesar de que el cabildante César Pión presentó ese mismo día un proyecto de acuerdo para crear un programa de recuperación nutricional en Cartagena, tema muy importante de debate a todas luces, ante la problemática de hambre en las comunidades más vulnerables.

El problema de hambre en nuestra niñez tiene un pérfido fondo, y es la falta de educación y formación integral que ha saltado entre generaciones, lo cual tiene seria influencia en la forma como suelen pensar muchas parejas, principalmente de las clases populares que es donde está arraigada esta compleja situación.

Entonces, mirado de manera integral, el hambre en la niñez, y en muchos adultos, es un problema de Estado, que históricamente ha sido mirado de reojo por los gobernantes de turno.

El hambre, la mala educación y por extensión las deficiencias en los servicios de salud, son eslabones todos de una misma cadena, en la que si como Estado se atiende uno de esos segmentos, no se puede soltar el siguiente, porque se desarticula el engranaje, que debe ser integral.

Para combatir el hambre de frente no hay política de Estado, incluso no hay leyes precisas que lo eviten; solo un claro enunciado en la Constitución Nacional, que advierte que los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de todos los demás, pero a ese apartado no le permiten saltar de esas páginas magnas hacia la práctica, quienes tienen el poder de decisión en este país.

Hay una seria ruptura de las políticas de educación y salud con el hambre ambulante en la población vulnerable, de la cual ya hay una nueva muestra de 30 casos de niños cartageneros desnutridos este año, a septiembre.

 

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