Editorial


El lío de las canchas

EL UNIVERSAL

28 de septiembre de 2017 12:00 AM

Aunque la Liga de Fútbol de Bolívar y el Ider acaban de llegar a un acuerdo, para que el estadio de fútbol de San Fernando siga siendo el templo de todas las categorías menores de este apasionante deporte en el departamento, no debe ocurrir más esa situación de incertidumbre, en torno al futuro del único escenario realmente digno para las generaciones aficionadas a esta disciplina, pues además se generó un debate alimentado con especulaciones.

El momento dejó claro algo, y es que entrenadores, padres de familia, y miles de niños y jóvenes de 480 equipos pertenecientes a 114 clubes, son una numerosa familia recorrida por la fibra del fútbol.

La autosostenibilidad financiera del mencionado escenario y el objetivo para el cual se construyó, como es el de acoger libremente a los nuevos talentos del balompié, no puede tambalear más ante las flaquezas económicas de los entes a cargo de este feudo, Ider y Liga, cuando ambos tienen existencia por vía estatal: el primero, adscrito al Distrito, y el segundo, reconocido y avalado por Coldeportes.

Los dirigentes del deporte pueden sentirse orgullosos de los triunfos de nuestros atletas, tienen todo el derecho a hacerlo, pero seguramente les será mucho más placentero cuando aportan su gestión, inteligencia y sentido común para consolidar esos procesos.

Lo sucedido con la cancha sintética sirvió también para trasladar las reflexiones de la familia del fútbol hacia el abrumador panorama en que se encuentran las demás canchas, las de los barrios, igualmente utilizadas los fines de semana para la extensa programación oficial de la Liga, y en días hábiles para los entrenamientos de los equipos.

La mayoría de las canchas en Cartagena son un desastre cuando llueve; los tres campos de juego de Alameda La Victoria, la amplia cancha de Los Calamares y la de Las Palmeras, entre otras, eran pantanos el pasado fin de semana, donde los equipos infantiles trataron de jugar para no retrasar más la programación oficial.

El domingo 24 de septiembre, en Alameda, los partidos se jugaron forzando las precarias condiciones en que estaban las canchas. Los niños trataban de jugar, pero sus zapatos enterrados en el fango dificultaba notablemente su capacidad motriz.

Hasta cuándo va a prolongarse esta situación con las canchas, las cuales además no tienen una buena iluminación, o simplemente no la tienen.

El alumbrado de las canchas de la Alameda es pésimo, y sin embargo allí osan jugar en medio de marcadas penumbras.

Urge voluntad política para volver dignos todos estos escenarios, tal como se amerita ante las desbordadas ganas de tantos niños y adolescentes por mostrar sus talentos y destrezas.

 

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