Editorial


El manglar necesita administración

EL UNIVERSAL

07 de diciembre de 2017 12:00 AM

El manglar provee un ecosistema indispensable para la crianza de peces de estas latitudes que al crecer se van a vivir al mar. En un manglar saludable hay barracudas, pargos y otros tipos de peces aún en miniatura, refugiados entre sus numerosas raíces hasta tener el tamaño y la velocidad para sobrevivir en aguas más profundas y con depredadores mayores.

El manglar también es un sitio predilecto para anidar muchas aves, especialmente aquellas que de una u otra forma viven del medio marino, como las garzas, y otras como los loros, que allí se sienten seguras, sin ser estas dos las únicas especies que viven allí. También habitan el manglar varios tipos de cangrejos y distintas clases de conchas, incluidas las ostras, cuando la calidad y temperatura del agua son propicias.

El manglar es una barrera que protege la orilla de la erosión producida por las olas, especialmente importante cuando el oleaje hoy en día es casi de 24 horas, no por el cambio climático, sino por el tráfico de lanchas a velocidad, especialmente donde Guardacostas no las controla por no tener unidades suficientes, como en la ciénaga de Las Quintas.

Y el mangle también es un gran productor de oxígeno, tan importante siempre, pero especialmente hoy, cuando la contaminación por distintas fuentes aumenta, incluyendo los vehículos urbanos.

El mangle tiene esas virtudes y muchas otras, como que es un gran invasor y en corto tiempo se toma grandes áreas, y allí comienza un problema serio en esta ciudad, como por ejemplo, la manera como está tapando el cordón de murallas de El Pedregal, que tiene cinco ‘ataques’ notorios del manglar, sin incluir el que ya trata de tapar el puente Román, que es el sexto, y aún no hemos incluido los dos baluartes aledaños a la India Catalina: el de Santa Teresa, que ya no se ve; y el de San Miguel, que va por el mismo camino.

El Distrito debe tener un equipo para podar rutinariamente el manglar que está contra la muralla en esos y en cualquier otro sitio. El manglar es un recurso inigualable, pero no es una deidad intocable ni debería pensarse que intervenirlo bien es un pecado capital.

El Estado debería impedir que sea invadido por habitantes de la calle, quienes lo hacen inseguro; y que sea convertido en un basurero por todos, lo que lo envilece. Ambas anomalías irritan a la población, y así la irresponsabilidad oficial termina recayendo sobre el manglar, al que una gran mayoría de la gente quisiera erradicar. El manglar es indispensable, pero también exige administración.
 

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