Siempre se habla mucho acerca de cómo mejorar la calidad de vida del campo, aunque hacerlo implica la llegada masiva del Estado con buenas carreteras, sistemas de salud pública efectivos, educación y energía eléctrica.
Hemos sido reiterativos en este espacio acerca de la necesidad de proveer al campo colombiano con riego las 24 horas del día, los 365 días del año, o al menos, lo más aproximado a eso, ya que solo así se puede hablar de empresas agrícolas o ganaderas, o lo más probable, mixtas en muchos lugares.
Hace un par de días el Gobierno nacional anunció un proyecto que según el Ministerio de Agricultura, “crea e implementa el plan de riego y drenaje para la economía campesina, familiar y comunitaria”.
El comunicado habla de ampliar la cobertura y mejorar la eficiencia del riego, y aunque ambas iniciativas son importantes, el riego debe volverse universal para poder hablar de un sector agroindustrial organizado. Solo con agua se pueden hacer proyectos en el agro y sacar cuentas a mediano plazo, ya que sin agua segura las actividades del campo equivalen a jugar una especie de ruleta rusa empresarial, con gran desmedro para el sector. El agua permanente permite planificar y proyectar cosechas y rendimientos ganaderos, permitiendo un salto cualitativo y geométrico de la producción y por lo mismo, de la calidad de vida.
El proyecto fue presentado el lunes pasado por el ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, al Congreso de la República en forma de un proyecto de ley que está incluido dentro de las 5 iniciativas agrarias dentro de los acuerdos de La Habana, que son: asistencia técnica al sistema agropecuario, adecuación de tierras (riegos y drenajes), vivienda rural, crédito agropecuario, y reforma agraria integral.
El minsitro Iragorri, quien informó que solo el 20% de los cultivos en Colombia tienen acceso a alguna forma de riego, dijo querer “trazar una reforma integral para suministro de agua en actividades agropecuarias, con visión más productiva, eficiente y amigable”.
Si ese es el caso, podría comenzar a ser amigable dejando de gravar el uso del agua de las corrientes que de todos modos van a dar al mar, como las aguas del Canal del Dique, cuyos cobros a los productores terminan pareciéndoles más una extorsión que una contribución. Muchos de los terrenos aledaños al Dique serían un emporio si el ministro Iragorri logrará, mediante financiación barata y nuevas reglas de juego, que sus vecinos pudieran usar el agua que necesitan de manera gratuita, ya que los costos de bombearla son de por sí onerosos.
También hay opciones para hacer grandes represas que no solo serían reservorios para regar durante las épocas secas, sino una protección contra las inundaciones en el caso de Cartagena y probablemente en el caso de muchos lugares de Bolívar. Ojalá que esta iniciativa se convierta en realidad y no en otro ataque de retórica tan estéril como las tierras secas del Caribe en verano.
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